Tras el aciago 2020 afectado por el coronavirus, anhelamos en este nuevo año la luz de la esperanza que nos devuelva lo mejor de nuestra vida cotidiana. Y lo hacemos de la mano de la Santísima Virgen de la Esperanza, que en nuestra diócesis tiene el bello sobrenombre de Macarena. Su hermandad ha celebrado durante el pasado año el 425 aniversario de su fundación, y desarrolla una notable actividad que se irradia desde la basílica donde se venera entre el fervor de una devoción multitudinaria a la Esperanza Macarena.
El hermano mayor, José Antonio Fernández Cabrero, destaca de este aniversario “la profundidad con que lo hemos celebrado. El Señor quiso que volviéramos la mirada a lo esencial: dar culto a Dios y a la Virgen María y atender a los necesitados”. Se siente orgulloso de todos los hermanos, “que supieron afrontar una terrible situación con madurez cristiana, demostrando su compromiso con los más desfavorecidos y apostando por el amor fraterno en un año que debía ser gozoso y repleto de actos”. La hermandad ha tenido que suspender algunos cultos extraordinarios, en especial un besamanos de la Virgen de la Esperanza, “algo que nos ha dejado un vacío en el alma”, pero a buen seguro que “tendremos ocasión de hacer algo extraordinario que mitigue esta insaciable sed de Esperanza y que nos permita dar gracias a Dios por el final de la pandemia”.
En este tiempo, “ni el culto, ni la formación ni la caridad se han visto afectados por la pandemia más que en su formato” ya que la hermandad apostó por incorporar las nuevas tecnologías de la comunicación, “lo que nos ha permitido continuar cumpliendo esos fines desde el primer día de confinamiento sin interrupciones ni tiempos muertos”, y que los hermanos sigan con su vida espiritual y religiosa y la corporación dando testimonio público de fe aún en unas circunstancias tan adversas.
La asistencia social de la Macarena es todo un referente en el mundo cofrade y fuera de él. El mismo día en que se decretó el estado de alarma “se decidió que debía permanecer abierta y activa, ofreciendo ayuda y sostén a las familias que ya eran beneficiarias y preparándose para recibir un volumen cada vez mayor de personas necesitadas”. Esta situación ha obligado a movilizar más recursos, así como a poner en marcha iniciativas creativas para atender a más personas. “Nuestros hermanos han comprendido la gravedad de la situación desde el primer momento, volcándose en las iniciativas puestas en marcha por nuestra asistencia social”. Señala Fernández Cabrero que esto “nos ha reforzado como hermandad al hacernos más fraternos y caritativos”, y añade que “en el futuro próximo las hermandades estamos llamadas a hacer compatible lo que ya veníamos haciendo –cubrir las necesidades básicas de cualquier persona y familia para llevar una vida digna– con la atención a esas nuevas necesidades que están aflorando en nuestro entorno”.
Ante una nueva Semana Santa sin cofradías en las calles, en la Macarena lo afrontan “con una orfandad en el alma al no poder hacer nuestra Estación de Penitencia acompañando al Señor de la Sentencia y a la Virgen de la Esperanza. Experimentamos un sentimiento de tristeza al tener que suspender por segundo año el principal culto externo de la hermandad, sabiendo cuántos devotos necesitan del Señor de la Sentencia y de la Virgen de la Esperanza en las calles”. La hermandad se centrará en “los cultos internos que nuestras Reglas marcan, con la profundidad y el sentido de siempre”. El hermano mayor recuerda que “en esta Semana Santa, más que nunca, estamos llamados a ser portadores de la esperanza”, viviendo la Cuaresma y la Semana Santa con el mismo espíritu, sabiendo que “al final nos espera el Señor Resucitado”.
Isidro González
Hermandad de la Macarena
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