Se cumplen veinticinco años desde que San Juan Pablo II pisara por segunda y última vez suelo sevillano. Queremos dedicar hoy esta sección a hacer un pequeño resumen de lo que fue su visita a nuestra ciudad.
Podemos partir de un hecho histórico: era la cuarta vez que el Papa Juan Pablo, el Papa viajero, venía a nuestro país, y la segunda vez que visitaba Sevilla. La primera ocasión fue en 1982 con motivo de la beatificación de Santa Ángela de la Cruz. Esta vez nos visitaba para clausurar el XLV Congreso Eucarístico Internacional que se celebraba en Sevilla para después seguir camino hacia El Rocío y La Rábida (Huelva) y Madrid.
Ya desde antes de su llegada a Sevilla, el país se preparaba para tan magna visita y así incluso la Casa Real quiso honrar a Su Santidad encargando siempre a uno de sus miembros el acompañar al Pontífice en cada acto, como nos contaba El País en su edición del día 7 de junio. En nuestro relato seguiremos sobre todo lo que ABC de Sevilla nos contaba sobre el evento.
Efectivamente, el día 12 de junio aterrizaba San Juan Pablo II en el aeropuerto de Sevilla donde lo esperaba el rey Juan Carlos y la reina doña Sofía junto al entonces arzobispo de Sevilla, don Carlos Amigo Vallejo. Muchas personas acudieron allí para recibirlo y, destaca el ABC del día, que había un grupo de universitarias vestidas de flamenca cantando sevillanas. Tras escuchar el himno de España y el Pontificio, el propio Papa les pidió que se acercaran y le cantaran de cerca.
Tras esto subió al vehículo oficial, el conocido “Papamóvil”, con el que se dirigió hacia la Giralda donde lo esperaba todo el pueblo sevillano. A lo largo de todo el recorrido había gente que lo aclamaba y le aplaudía. Desde muchas horas antes la gente se congregaba alrededor de la torre, a pesar del gran calor del día, con banderas pontificias y pancartas con lemas como “Juan Pablo II, te quiere todo el mundo” o “Bienvenido, Apóstol Itinerante de la Nueva Evangelización” colocado por las comunidades neocatecumenales.
Fue un día caluroso y todo el mundo esperaba anhelante al Papa hasta que comenzaron a repicar las campanas de la Giralda y Sevilla prorrumpió en vítores mientras Juan Pablo II llegaba a la Plaza Virgen de los Reyes. Allí fue recibido por el Cabildo de la Catedral y el Alcalde de Sevilla, Alejandro Rojas-Marcos junto a la corporación local en pleno que le hizo entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad. Finalmente, el Papa apareció en el balcón de la Giralda y la multitud comenzó a aplaudir enfervorecida y feliz de ver al Santo Padre en Sevilla quien no cesó de saludar y bendecir a la ciudad y a sus habitantes. De repente, de nuevo el silencio…. Y San Juan Pablo II comenzó a hablar recordando la devoción a la Inmaculada Concepción, a la Virgen de los Reyes, a la entonces beata Sor Ángela de la Cruz y especialmente recordando a los enfermos, a los ancianos, a los marginados, a los pobres. Después rezó el Angelus con los sevillanos diciéndoles a continuación “sois fuertes en la fe y también teneis voces muy buenas”. Tras esto volvió a la Catedral donde presidió la Eucaristía y la Adoración Eucarística.
Ya por la tarde, el Santo Padre ordenó a treinta y siete nuevos sacerdotes en el Palacio de los Deportes de San Pablo para finalizar el día desde el balcón del Palacio Arzobispal encontrándose con los jóvenes.
Proclamar a Cristo, Luz de los pueblos
El día siguiente comenzó con el traslado del Santo Padre al campo de la Feria que se adornó para celebrar la Eucaristía de clausura del Congreso Eucarístico Internacional y que llenaron los miles de sevillanos que querían acompañar al Papa en todo momento. Junto a él, la Familia Real en Pleno en representación de todos los españoles. En su homilía el Papa destacó que hacía un alto en el camino (no olvidemos que hablamos del Papa Viajero) para postrarse ante el misterio eucarístico, para pensar de donde venimos y hacia donde vamos. Sobre todo destacó el lema del Congreso Eucarístico, ‘Cristo Luz de los pueblos‘, e hizo un llamamiento hacia la unidad y la necesidad de justicia.
Tras la Eucaristía, el Papa tuvo un encuentro con los delegados nacionales en el Congreso en el Patio de los Naranjos de la Catedral para luego dirigirse a Dos Hermanas, que también se engalanó de fiesta, e inaugurar la obra social del Congreso en la Residencia San Rafael.
Tras despedirse de nuestra ciudad, San Juan Pablo II se dirigió a tierras onubenses donde lo esperaba la Virgen del Rocío, pero eso ya es otra historia…