La Expo de Sevilla no terminó como se cree el 20 de octubre de 1992. Tuvo una prórroga inesperada con la presencia de Juan Pablo II para clausurar en Sevilla, casi ocho meses después de aquella cita: el 45 Congreso Eucarístico Internacional, con el lema ‘Cristo, luz de los pueblos’. Francisco Correal nos cuenta su particular visión de una visita que vivió de primera mano como periodista y de la que se cumplen ahora 25 años.
El Papa llegó al aeropuerto de Sevilla el domingo 13 de junio de 1993. El tema se había elegido cuatro años antes, en el Congreso Eucarístico celebrado en Seúl en 1989, el año de la caída del muro de Berlín, y se elegía Sevilla para conmemorar el quinto centenario de la Evangelización de América Latina. Como en la capital coreana, donde se celebró un año después de los Juegos Olímpicos de Seúl, este atleta de la fe que fue Juan Pablo II eligió Sevilla justo un año después de los Juegos Olímpicos de Barcelona y de la Exposición Universal. En 1993 las carabelas se habían transformado en trenes de alta velocidad.
Karol Woyjtila (1920-2005) realizaba su cuarta visita a España, la segunda a Sevilla después de su llegada el 5 de noviembre de 1982, viaje durante el que beatificó a Sor Ángela de la Cruz. El Pontífice del primer viaje tenía 62 años, uno más que este periodista que fue testigo de ambas presencias tan luminosas. El del segundo es un hombre de 73 años que lleva quince años al frente de los asuntos de la Iglesia, el tiempo equivalente al que estuvo en la Santa Sede Pablo VI.
En uno y otro viaje se dan curiosas coincidencias: en ambos casos llega a Sevilla justo una semana después de
que ganen los socialistas las elecciones, el 28 de octubre de 1982, por mayoría absoluta; el 6 de junio de 1993, por mayoría relativa, aunque el PSOE casi doblaba con sus 159 diputados los que le han dado el Gobierno tras la moción de censura a Pedro Sánchez. En ambas visitas a Sevilla, gobernaba la ciudad un alcalde andalucista: en 1982, Luis Uruñuela; en 1993, Alejandro Rojas-Marcos, que le entregó a los pies de la Giralda la llave de la ciudad. Justo debajo del primer balcón de la Turris Fortissima por el que Juan Pablo II, acompañado por el entonces titular de la diócesis Carlos Amigo Vallejo, rezó el Ángelus ante una abarrotada plaza Virgen de los Reyes. Si hoy volviera a asomarse, en la diócesis regida por Juan José Asenjo, vería junto a la parada de los coches de caballos su estatua, cincelada por Juan Miguel Miñarro, en la misma plaza por la que se paseó en septiembre de 1984 el escritor argentino Jorge Luis Borges, el autor favorito del actual titular de la Curia vaticana, el Papa Francisco.
Procesión extraordinaria de la Virgen de los Reyes
Juan Pablo II llegó a Sevilla una semana antes de la llegada del verano y vivió la consagración de la primavera en la religiosidad de un pueblo. El mes de mayo terminaba con el salto de la verja por los almonteños, que sacaban en andas a la Virgen del Rocío a la que dos semanas más tarde visitaría el Pontífice. El Jueves 10 de junio, dos días antes de su llegada a Sevilla, se celebró la procesión del Corpus y como uno de los actos del Congreso Eucarístico Internacional tuvo lugar una procesión extraordinaria de la Virgen de los Reyes.
Esa semana, un tenista español volvía a ganar 21 años después en Roland Garros. Sergi Bruguera vencía al norteamericano Jim Courier. Eso ya se ha vuelto costumbre con Rafa Nadal, que ha vencido en once ocasiones. La primera, en 2005, el año que fallece Juan Pablo II en una agonía liberadora que constituyó toda una liturgia del sufrimiento. Cuando llega este Papa poeta, actor y futbolero se disputaba la penúltima jornada de Liga, el Madrid era líder, puro espejismo, porque por segundo año volvió a perder la Liga en Tenerife y voló a Barcelona.
La Exposición Universal de la Iglesia Católica
Juan Pablo II clausuró el Congreso Eucarístico Internacional con la Statio Orbis, una misa oficiada en el campo de la Feria para 600.000 fieles de más de ochenta países, oficiada por doscientos obispos y cardenales de todo el mundo. La Exposición Universal de la Iglesia Católica. El propio Pontífice ordenó a 37 nuevos sacerdotes en una emotiva ceremonia celebrada en el palacio de deportes de San Pablo. De la Feria… al Rocío. De las sevillanas del Adiós que le cantó Sevilla para que no se fuera, la maravillosa letra compuesta por el maestro Manuel Garrido, se pasó a unas sevillanas rocieras cantadas por el coro polifónico de Isla Cristina.
Fue un privilegio como periodista vivir esa estancia del Papa en el Rocío, donde llegó en helicóptero. Contaban las crónicas que el último pontífice que había pisado las marismas era Benedicto XV. Los periódicos desplazaron a destacados cronistas: allí pude ver a Pilar Urbano o a Carmen Rigalt. Y en la tribuna de retransmisión, dos pregoneros de la Semana Santa de Sevilla, el sacerdote y periodista José María Javierre, que cubría el acontecimiento para Canal Sur, y el periodista José Luis Garrido Bustamante, que lo hacía para Televisión Española. El cura aragonés al que hicieron sevillano sus pesquisas biográficas del Cardenal Spínola, se enfadó muchísimo cuando le interrumpieron la conexión para emitir un programa de autobombo de la cadena autonómica. En mi crónica registré el comentario de Javierre: “No es un problema de fe, sino de primero de Periodismo”. Manuel Chaves llevaba dos años en la presidencia de la Junta de Andalucía y Susana Díaz, la actual presidenta, tenía 18 años. Probablemente se estrenó como votante una semana antes en el cuarto triunfo electoral de Felipe González. En este viaje de 1993, a diferencia del de 1982, no hubo gobierno en funciones porque ganaron los que estaban.
La silla vacía de Madre Teresa de Calcuta
En la misa multitudinaria del campo de la Feria, el canónigo Francisco Navarro, uno de los organizadores del Congreso Eucarístico, dispuso que se colocara una silla vacía. Era para Teresa de Calcuta: su llegada a Sevilla para participar en una Vigilia de la Solidaridad estaba prevista para el 10 de junio, festividad del Corpus. Secuelas de una caída en su casa de Roma recomendaron su hospitalización en una clínica de Londres.
La segunda visita a Sevilla, la cuarta de las cinco que hizo a España, hacía la número 59 de su pontificado. El Papa más viajero de la historia. Habrían sido seis viajes a España, pero el previsto para conmemorar el cuarto centenario de la muerte de Teresa de Jesús lo tuvo que suspender por estar reciente el atentado que estuvo a punto de costarle la vida el 13 de mayo de 1981. El AVE funcionaba todos los días, pero el tren de la Expo se había ido. Un tren en forma de barco que resurgió con la inauguración el 5 de junio de 1993 del Parque de los Descubrimientos y especialmente con la presencia del representante de Dios en la tierra en la ciudad de María Santísima. En 1982 no pernoctó en Sevilla; en 1993 durmió tres noches en el Palacio Arzobispal. Su séquito se quedó en el hotel Los Seises. Han pasado 25 años. Los que entonces habían transcurrido desde 1968, el año del mayo francés y la primavera de Praga. El Madrid perdió la Liga en la última jornada, pero el Papa Juan Pablo II les consoló abriendo pastoralmente la catedral de la Almudena.
Me casé el año del Congreso Eucarístico de Seúl
Mi madre estaba de visita en Sevilla y nunca olvidó aquella coincidencia. Dos días después de la marcha de España de Juan Pablo II, mi hija Andrea cumplía dos años. El primero de los tres frutos de mi matrimonio con María José, con la que me casé el año del Congreso de Seúl. En 1993 yo trabajaba en Diario 16 Andalucía, que inició su andadura unos meses antes de que Juan Pablo II visitara por primera vez Sevilla. Yo era un periodista de 25 años. Los que han pasado desde la última visita del pontífice que se pasó más de un cuarto de siglo de pontificado derribando muros. ¡Lo que habría disfrutado ahora recorriendo Murillos!
Aquella visita del 93, en plena post-Expo, anuló la nostalgia y reactivó la melancolía. Con Cristo, luz de los pueblos, no hay sombra que valga.