Finalizamos esta serie de ensayos dedicados al documento Querida Amazonía del Papa Francisco, del que podemos aprender mucho y bueno para nuestra vida diaria en conjunción con la casa común, nuestro planeta, y sus habitantes, toda su biodiversidad. En su sueño, el Papa nos invita a volcar la Iglesia, su camino, su mensaje, en la Amazonía donde hay tanta necesidad y tanta Naturaleza sufriente. Dice el Papa que la Iglesia está llamada a caminar con los pueblos de la Amazonía. Nos habla de la tarea misionera desde la cultura del encuentro. Nos llama a que luchemos por los pueblos de la Amazonía, por sus necesidades y angustias pero sin renunciar a la propuesta de fe que recibimos del Evangelio.
El Evangelio que cada semana escuchamos contiene muchos mensajes aplicables a la comprensión de nuestra colaboración en la construcción de un mundo mejor para todos, y, por ello, para la Amazonía. La opción por los más pobres y olvidados del planeta, contribuyendo a liberarlos de la miseria, defendiendo sus derechos, implica también proponerles la amistad con el Señor.
Somos una Iglesia en salida, con una potente herramienta de transformación de la realidad como es el Evangelio de Jesús. El Papa Francisco recuerda que el cristianismo no tiene un único modo cultural, no podemos pensar en un cristianismo monocultural y monocorde.
Decía San Juan Pablo II que “la inculturación coloca a la Iglesia en un camino difícil pero necesario, y el Papa Francisco dice no le cortemos las alas al Espíritu Santo y manifiesta que para lograr una renovada inculturación del Evangelio en la Amazonía la Iglesia necesita escuchar su sabiduría ancestral, volver a dar voz a los mayores, reconocer los valores presentes en el estilo de vida de las comunidades originarias. El Papa Francisco nos recuerda la sostenibilidad y el cuidado de la Naturaleza de las comunidades indígenas: los pueblos indígenas amazónicos expresan la auténtica calidad de vida como un buen vivir que implica una armonía personal, familiar, comunitaria y cósmica, y que se expresa en su modo comunitario de pensar la existencia, en la capacidad de encontrar gozo y plenitud en medio de una vida austera y sencilla, así como en el cuidado responsable de la Naturaleza que preserva los recursos para las siguientes generaciones.
Todo un mensaje sobre la forma vivir que nos conduce a la equivocada forma de vida inducida por el consumo y el egoísmo en las ciudades, anómica y desintegradora, en muchos lugares del mundo. Dice el Papa, los habitantes de las ciudades necesitan valorar esta sabiduría y dejarse reeducar frente al consumismo ansioso y al aislamiento urbano. Para el Papa, la Iglesia misma puede ser un vehículo que ayude a esta recuperación cultural en una preciosa síntesis con el anuncio del Evangelio. La fuerza y el don de las mujeres también son manifestados por el Papa: En la Amazonía hay comunidades que se han sostenido y han transmitido la fe durante mucho tiempo gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas impulsadas por el Espíritu Santo.
La Amazonía es una realidad plurirreligiosa, por ello dice el Papa que los creyentes necesitamos encontrar espacios para conversar y para actuar juntos por el bien común y la promoción de los más pobres. Un espacio para el diálogo fructífero, si uno cree que el Espíritu Santo puede actuar en el diferente entonces intentará dejarse enriquecer con esa luz pero la acogerá desde el seno de sus propias convicciones y de su propia identidad. Tiene palabras el Papa Francisco al final de la Exhortación Apostólica Postsinodal Querida Amazonía, a la que hemos dedicado algunas semanas por su relevancia, para expresar lo que nos une como cristianos, sin convertir al otro en enemigo, viviendo en un espíritu de diálogo que se alimenta de la capacidad de comprender el sentido de los que el otro dice y hace aunque uno no pueda asumirlo como una convicción propia. Nos recuerda el Papa que prestamos tanta atención a los que nos divide que a veces ya no apreciamos ni valoramos lo que nos une.
Finaliza el Papa manifestando que todo lo que nos une: la fe en Dios, la fe en Jesucristo, el deseo de su Palabra, el fuego del Espíritu, el mandamiento nuevo que Jesús nos dejó para la búsqueda de una civilización del amor, la lucha por la paz y la justicia, la convicción de que no todo se termina en esta vida.
Y dice el Papa: si todo esto nos une ¿Cómo no luchar juntos? Y expresa una pregunta que resume en gran medida la Exhortación Apostólica: ¿Cómo no orar juntos y trabajar codo a codo para defender a los pobres de la Amazonía, para mostrar el rostro santo del Señor y para cuidar su obra creadora?