Mi experiencia general ha sido muy positiva, no solamente por el Congreso en sí, sino por el cómo hemos trabajado el Congreso.
En un primer momento en la Archidiócesis donde a través de los cuestionarios hemos podido manifestar nuestro sentir y propuestas ante las más variadas realidades laicales y eclesiales. Todo ha contribuido a la extensión del documento Instrumentum laboris previo al Congreso y donde hemos visto involucradas muchísimos grupos asociados o no, así como un gran número de personas a nivel individual.
Si tuviera que definir los tres días del Congreso, diría que han sido días de “contemplación” y de profunda “comunión”, emergiendo no muchas Diócesis de proveniencia, sino un “Pueblo” que con humildad ha puesto de relieve la vida que ya existe, expresada en los más variados testimonios y encarnada en los más diferentes ambientes.
No me detengo en el gran trabajo realizado en la preparación y desarrollo del Congreso por las distintas comisiones creadas a tal efecto. Resultando, dentro de la gran complejidad que este evento comporta, todo muy bien organizado.
He podido estar presente en dos grupos temáticos: “Acompañamiento” y “Procesos formativos”, coordinando dos subgrupos: “El acompañamiento a jóvenes” y “Tiempo libre y formación” respectivamente.
Varias han sido mis impresiones, por una parte la profesionalidad con las que se han presentado las temáticas, denotando una gran madurez humana y espiritual. En los subgrupos, los testimonios presentados han mostrado la creatividad y variedad de iniciativas que nos han hecho tocar la acción del Espíritu siempre en “salida”. Por otra parte en estos foros de comunión y diálogo, donde estábamos desde un casado, a un joven; desde un obispo a una religiosa, etc., hemos hecho experiencia de “pueblo” que comparte, que goza de las acciones o de las actividades de los demás, donde venía espontáneo intercambiarse correos, números de móvil, para estar en contacto, para crear “redes”.
¡En fin! Hemos rezado, compartido la Eucarística, cantado y disfrutado todos juntos, laicado, vida consagrada, sacerdotes y nuestros pastores. Creo profundamente que la experiencia realizada, marcará un antes y un después en la vida de la Iglesia en España. Soy consciente de los grandes desafíos que tenemos ante la sociedad en la que nos ha tocado vivir en estos momentos históricos, pero sin lugar a dudas ha sido más fuerte la experiencia del Espíritu que hemos vivido, que nos da fuerza y esperanza para salir al encuentro de esa sociedad, a través de esos 4 itinerarios (Primer anuncio, Acompañamiento, Procesos formativos, Presencia en la vida pública) que como grandes autopistas, queremos recorrer a lo largo de los próximos años. Ya se empiezan los primeros pasos a nivel de la Conferencia Episcopal Española, en nuestra Archidiócesis en las Orientaciones Pastorales del próximo curso 2020-2021 y así también en las diferentes Diócesis de España.
Concluyo con la seguridad que nos orientamos cada vez más a una Iglesia de “procesos”, una Iglesia “comunión”, una Iglesia “en salida”, donde el laicado junto a sus pastores testimoniarán el amor recíproco, característica esencial de la comunidad cristiana, para que el mundo crea, para el “que todos sean uno”, para la fraternidad universal.
Toni Torres
Responsable Movimiento de los Focolares para Andalucía y Extremadura, miembro de la comisión permanente de la Delegación de Apostolado Seglar de la Archidiócesis de Sevilla