“¿La oveja entera y el lobo harto? ¡Gran milagro!”, dice el refrán. Y es que el antagonismo víctima-verdugo entre ambos animales es tan antiguo como mítico. Una rivalidad inspiradora también de una buena colección de sentencias populares, asociadas al peligro o a muchos de los vicios de los seres humanos. Incluso algunos santos se las tuvieron que ver con los lobos. Como San Norberto, del que se cuenta que obligó a un lobo a liberar a una oveja tras tenerla entre sus fauces, y a cuidar luego a diario del rebaño sin tocarlo. O San Francisco de Asís, que transformó al “lobo feroz” de la aldea de Gubbio en el pacífico “hermano lobo”. Los tiempos han cambiado y actualmente el lobo es una especie “estrictamente protegida” al sur de río Duero.
La introducción viene a cuento del estreno el 5 de mayo de la película de animación “Ovejas y lobos”, producida por Wizart Animation, una importante compañía cinematográfica rusa especialista en cine familiar. Con unos dibujos alta calidad, un original guión lleno de aventuras, de la justa dosis de tensión –para no asustar a los más pequeños‑ y de mucho humor, la cinta tiene elementos de sobra para gustar a toda la familia. Y además, sin concesiones de ningún tipo a la ideología de género, a la que incluso Disney ha acabado rindiéndose.
A modo de fábula, el filme nos traslada a una tierra lejana y mágica, a un pequeño y pintoresco pueblo situado entre suaves colinas y verdes praderas, donde vive felizmente un despreocupado rebaño de ovejas. Su tranquilidad se ve alterada cuando una manada de lobos establece su campamento en un barranco cercano. Y aquí comienza el enredo, porque tanto las ovejas como los lobos tienen problemas de liderazgo –qué actual, ¿verdad?‑, inquietudes afectivas, dificultades organizativas, preocupaciones educativas con los más jóvenes… Para colmo, Gris, un divertido pero inmaduro lobo enamorado de la guapa Bianca, acaba transformado en oveja después de tomar la poción que le ofrece la caótica Mami.
Como habrá podido adivinar el lector, la película funciona también como metáfora de situaciones que se dan en la sociedad, a través de un segundo nivel de lectura que nunca recurre a las bromas de doble sentido. Los pequeños espectadores, por su parte, quedarán atrapados en la corriente vertiginosa de los continuos gags visuales ‑porrazos, persecuciones, rescates‑ y verbales. Pero no se les escaparán los claros mensajes positivos de la trama, que tienen su culmen en la rotunda afirmación de Gris: “¡Cualquier vida es sagrada!”
Juan Jesús de Cózar