La Iglesia cuenta en Sevilla con una notable presencia de personas pertenecientes a una de las realidades eclesiales tan prolijas como poco conocidas: la vida consagrada. Con más de 2.500 miembros, los religiosos y religiosas suponen una riqueza en la tarea evangelizadora de la Iglesia. Como se encargó de recordar el Arzobispo de Sevilla, los religiosos están presentes en todos los ámbitos de actuación, en las parroquias, en la Curia diocesana y en diversas áreas de la acción caritativa y social de la Iglesia: “trabajan con abnegación en la escuela católica, en la pastoral de la salud, la cárcel, la catequesis o el servicio a los ancianos, los enfermos y los pobres”.
La vicaría que dirige el párroco de Ntra. Sra. de Lourdes y San Juan de Dios cuenta con la asistencia de profesionales en diversas áreas -arquitectos, abogados, economistas…-, que prestan su colaboración de forma desinteresada. A esta ayuda puntual se suman los servicios técnicos de la Archidiócesis, siempre dispuestos a atender las necesidades que presentan las superioras de unas comunidades con frecuencia necesitadas de asesoramiento profesional. La realidad de estos conventos pasa por la necesidad de una conservación continua, casi urgente en algunos casos.
Comunidades autónomas en su gestión
La actividad de la Vicaría para la Vida Consagrada va mucho más allá de esta faceta más o menos burocrática. Desde este organismo diocesano se coordina, por ejemplo, la muestra anual de dulces de conventos, una cita ya consolidada en el calendario prenavideño de Sevilla y de la que se benefician un buen número de conventos. Además se ofrece asesoramiento a las monjas en materia de formación y se tratan de solucionar las problemáticas que las propias religiosas plantean. No obstante, conviene recordar que los conventos son propiedad de las congregaciones y estas son autónomas en su gestión, circunstancia que no siempre es tenida en cuenta por una opinión pública con frecuencia sensible a la conservación de un rico patrimonio cultural.
Museos, colectas, venta de dulces, formación…
Por otro lado, la diócesis dedica una colecta anual a esta realidad eclesial, y se realizan llamamientos puntuales a la colaboración de los fieles. Es el caso de la colecta que se hizo el pasado mes de agosto a favor del convento de las Teresas. Tampoco faltan iniciativas que parten de los propios conventos, como los museos abiertos en las comunidades de Santa Paula y Santa Rosalía, en Sevilla, las Clarisas de Carmona o las Mercedarias Descalzas de Osuna. Más conocida es la venta diaria de dulces o labores conventuales en los propios tornos, así como la colaboración económica, siempre bienvenida, de hermandades y otras instituciones religiosas. En otra línea, recientemente hemos conocido la formación que reciben las monjas de clausura gracias al programa implantado por la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, en virtud del cual las religiosas más jóvenes reciben una instrucción básica para atender a sus hermanas mayores.
Coloma recuerda que “las monjas buscan soledad y recogimiento”. Esta es su prioridad, y cualquier actividad que suponga una erosión de su razón de ser difícilmente llegará a buen puerto. Esto es algo habitualmente incomprendido de puertas para afuera, en un mundo en el que no cotizan al alza el silencio o la interioridad. Y sin embargo no hay secretos, la receta es sencilla: recogimiento frente a las prisas, oración por los problemas de la calle, vidas entregadas en contraposición a los valores imperantes en una sociedad que no termina de comprender el sentido de la entrega a Dios, del abandono de uno mismo, del desprendimiento de todo lo que les aparta de Dios. Son religiosos, un tesoro en la Iglesia.