La Delegación Diocesana de Apostolado Seglar, dirigida por Enrique Belloso, ha dedicado la duodécima sesión del “Foro Pueblo de Dios en Salida” a la virtud de la esperanza bajo el título “La esperanza cristiana no defrauda”. En dicha sesión participaron Carmen Azaustre, Institución Teresian; Miguel Ángel López, miembro de la Delegación de Apostolado Seglar; un servidor, Manuel Enrique Figueroa, catedrático de Ecología. Merece la pena la visualización de la sesión, con las aportaciones completas de cada uno de sus participantes. En esta contribución voy a utilizar algunas de ellas relacionadas con mi propia contribución al Foro, pero insisto en la importancia de la audición del contenido del Foro a través de la grabación que puede encontrarse en Archisevilla Siempre Adelante.
La Esperanza es una virtud activa. El concepto de virtud nos mueve a hacer el bien mediante acciones concretas. Carmen Azaustre nos recordó que la Esperanza, junto con la Fe y la Caridad, constituyen las Virtudes Teologales, y la Esperanza se encuentra en el corazón cada día para vivir, como un regalo de Dios y debemos derramar la luz de la Esperanza en el corazón de los que nos rodean. Manifestó Miguel Ángel López en el Foro la inspiración acerca de la Esperanza como virtud que nos han transmitido el Papa Emérito Benedicto XVI y el Papa Francisco. Considero que la Esperanza es activa porque el propio concepto de virtud es activo. Pero es importante recordar en qué sentido se utiliza el concepto de Esperanza en nuestras calles, al margen de su sentido trascendente como Virtud Teologal. Es una palabra que encierra una opción optimista, una manifestación de un deseo, de un anhelo. Para los cristianos también puede tener ese sentido, pero la ponemos en el plano de la Fe. En el marco de las Virtudes Teologales, Fe, Esperanza y Caridad van juntas, y la Esperanza está en medio.
En las Cartas Dominicales del Obispado de Terrassa, nuestro futuro Arzobispo Monseñor José Ángel Saiz Meneses, escribía acerca de la virtud de la Esperanza. Recordaba textos del poeta francés Charles Péguy, que manifestaba que la Esperanza mueve a la Fe y a la Caridad. Monseñor Saiz Meneses expresaba que la virtud teologal de la Esperanza no se identifica ni con el optimismo psicológico ni con las ilusiones pasajeras, es un don, una gracia de Dios.
Desde un punto de vista contemplativo, muy importante y sumado a la actitud de llevar a cabo acciones por el bien a la que mueve la Esperanza, esta virtud nos ilumina el deseo de alcanzar el Reino de los Cielos siguiendo el camino del Evangelio y el auxilio del Espíritu Santo. Recordaba Miguel Ángel López en el Foro que, Friedrich Nietzsche, en un determinado contexto, decía que la Esperanza era la virtud de los débiles. Es decir, un deseo inalcanzable de los desposeídos ante el poder de otros, de alguna forma un sentimiento de conformarse con lo que la sociedad establece sin posibilidad de cambio. Pero la virtud de la Esperanza no es eso. Como toda virtud tiende a alcanzar el bien. Para los cristianos, la virtud de la Esperanza tiene un punto contemplativo, pero no hay negación de la acción transformadora. Jesús de Nazaret invita a la acción continua. Bertolt Brech decía que el mundo bien debería ser cambiado. El autor de Poemas y Canciones también expresaba que: “En los tiempos sombríos, ¿se cantará también? También se cantará sobre los tiempos sombríos”. Una manifestación de Esperanza. Carmen Azaustre, en el Foro, recordaba el papel de María, como Madre de la Esperanza.
Está claro que el mundo debe ser cambiado y que la historia no ha terminado. Podemos, desde la superestructura, incluida en ella la religión, cambiar la infraestructura que mueve materialmente al mundo. La Esperanza se identifica con el color verde, tiene sentido ya que con el verde de la primavera renace la vida. La utopía es importante y la Esperanza la refuerza de acuerdo con Claudio Magris. En 1976, Roger Garaudy escribió el libro El proyecto esperanza. Una nueva civilización, y mostraba el camino hacia un mundo mejor. Es una buena referencia todavía que invitamos a visitar. Hay otras referencias, como la obra de Edgar Morin, de 2011, La Vía para el futuro de la humanidad. Todos los escritos del Papa Francisco están llenos de Esperanza: Laudato Si´, Amoris Laetitia, Fratelli Tutti, por citar algunos. Deberíamos tenerlos como referencia.
Planteaba Miguel Ángel López, ¿qué se opone hoy a la Esperanza? Evidentemente todo lo que contribuye a la desesperanza. Y también preguntaba en el Foro qué ocurre con la Esperanza de la juventud. En España hay un 40,7% de paro juvenil. España ya es la economía desarrollada con mayor paro juvenil, por ejemplo, si comparamos con la de Francia, Portugal, Alemania, Japón o Estados Unidos. La sindemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto algo que ya sabíamos, la fragilidad del mercado laboral en España, con la segunda mayor tasa de paro entre los 27 países miembros de la Unión Europea. Y los jóvenes son especialmente golpeados, ya que no pueden independizarse ni tener hijos, aunque quieran. La superestructura de la sociedad debe inducir cambios en la infraestructura, cambios imprescindibles que generan Esperanza. Carmen Azaustre nos invitaba a sacar agua del pozo de la Esperanza, un pozo lleno de agua viva. Los que nos movemos en el mundo universitario debemos sembrar Esperanza, vivir la virtud de la Esperanza, situada entre la Fe y la Caridad, es decir, el Amor, el imprescindible amor. En el mundo de hoy, y también en el mundo juvenil, entre la desesperanza y la esperanza hay un paso intermedio que es el desencanto. No podemos sembrar desencanto porque es un terreno abonado a la desesperanza. En la juventud se percibe un cierto desencanto al ver que lo que le ofrece el mundo hoy, que es vivir peor que sus padres, cuando no vivir de sus padres. Un desencanto continuado mueve a la desesperanza, que es la negación de la Esperanza. Debemos, los cristianos, mostrar una actitud activa para sembrar la Esperanza en un mundo de incertidumbres, a la luz del Evangelio y con la luz del Espíritu Santo. Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla, en sus doce años de actividad en nuestra ciudad, nos ha mostrado caminos para la Esperanza. Llenas de esta virtud están sus Orientaciones Pastorales diocesanas 2016-2021, y también cada homilía que nos ha regalado y sus Cartas Pastorales. Ha sido estos años un Padre, el Buen Pastor, que ha cuidado de Sevilla. Tras su labor estos años deja un inmenso legado de Fe, Esperanza y Amor. Deseamos que esté los próximos años donde quiera estar, pero si lo hace en Sevilla lo tendremos más cerca para poder seguir bebiendo junto a él del agua de la Esperanza.