A veces no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta. La frase podría aplicarse perfectamente a First Man, la última y arriesgada película de Damien Chazelle. Arriesgada porque su tono reflexivo e intimista supone un brusco cambio de registro en la trayectoria del director, después de las exitosas Whiplash (2014) y La ciudad de las estrellas (La La Land) (2016).
Con solo 34 años y un indudable dominio de la técnica cinematográfica, la crítica internacional auguraba a Chazelle un prometedor futuro. ¿Por qué no seguir brillando con cintas tan vitalistas como las mencionadas? ¿Por qué habrá querido contarnos una vez más la archiconocida y versionada epopeya de la llegada a la luna de Neil Armstrong en el Apolo XI? Quizá porque nunca antes se había contado así, como él mismo explica: “Esta película trata acerca de uno de los logros más extraordinarios no solo en la historia de los Estados Unidos, sino en la historia humana. Mi esperanza es que al excavar bajo la superficie y humanizar el icono, podamos entender mejor cuán difícil y heroico fue realmente este momento».
A Chazelle parece interesarle poner el foco en personajes que hacen de la capacidad de sacrificio y de sufrimiento casi una virtud absoluta. Una cualidad que comparten el Ryan Gosling de First Man y de La La Land, y el joven protagonista de Whiplash. Y hablando de sufrimiento, no deja de ser significativo que el filme comience con la dolorosa pérdida de un familiar, como ya ocurría con títulos como Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) o La llegada (Denis Villeneuve, 2016). Aquí radica quizá el interés de esos filmes: en la posibilidad de encontrar un sentido a la vida, cuando la herida en el alma es tan profunda que nunca cicatrizará. Porque, como afirmaba Viktor Frankl, “la vida no se hace insoportable por las circunstancias; sólo se hace insoportable por la falta de sentido y propósito”.
Para Neil Armstrong, su inmersión total en el proyecto Apolo XI dio sentido al resto de su existencia. Eso sí, debiendo pagar también el precio de la permanente inquietud de su esposa Janet, una espléndida Claire Foy. Así lo entiende James R. Hansen, autor del libro sobre el que Josh Singer ha elaborado el guion. La inspiradísima música de Justin Hurwitz puede ser de nuevo candidata al Oscar, que ya ganó con la banda sonora de La La Land.
A algunos les aburrirá First Man por su ritmo pausado y su nivel de introspección al estilo de Terrence Malick, pero no deja de ser una interesante reflexión sobre esas batallas interiores que hemos de librar para convertirnos en héroes de lo cotidiano.
Juan Jesús de Cózar