Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,5-11):
En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».
Comentario
Piedra sobre piedra
Los discípulos, tan parecidos a nosotros en casi todo, le demandan una indicación al Señor: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Eso es la destrucción del templo, del que no va a quedar piedra sobre piedra. Eso es el fin de los tiempos. Nuestro tiempo, por seguir el discurso escatológico, tiene los pies de barro como profetizó Daniel a Nabucodonosor. Nuestro mundo tiene los pies de barro, nuestra vida misma tiene los pies de barro. Y sabemos que llegará un día en que las células de nuestro organismo se desordenarán siguiendo el principio de entropía. Lo sabemos, pero no sabemos cuándo. Y queremos señales, queremos que nos pille prevenidos, queremos un aviso para ponernos a salvo como cuando va a entrar en erupción el volcán, tiemblan las placas tectónicas o se incuban conflictos. Qué menos que una señal, ¿no? Jesús responde: «Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico». Ante todo, mucha calma. La calma que da confiar en Dios Padre. Nuestros afanes cotidianos se resumen en esas piedras de las que no va a quedar una encima de la otra. Para estar en su presencia no hace falta piedras.