Si se pregunta quiénes son los responsables de sacar adelante una Hermandad rápidamente se piensa en el Hermano Mayor y su Junta de Gobierno. Sin duda es así. Son ellos, con el concurso de los auxiliares, quienes dedican tiempo y atención para que la Hermandad funcione, se atienda a los hermanos, se cobren las cuotas, se organicen los cultos, se lleve a cabo el plan de formación, se prepare la cofradía, el patrimonio esté siempre en perfecto estado y desde la Comisión de Caridad se atiendan las necesidades que se presenten. Es a ellos a quienes corresponde el mantenimiento y el desarrollo de la Hermandad.
Pero una Hermandad no sale adelante sólo con el generoso esfuerzo de su Junta de Gobierno. De poco serviría su trabajo si no estuviera sostenido por la oración de otras muchas personas, hermanas o no.
Cada hermandad tiene un tesoro grande en los hermanos y hermanas ya mayores, que apenas salen de casa y se pasan las tardes rezando el Rosario ante una fotografía o estampa de los titulares de su Hermandad. Las mismas imágenes que atendieron sus peticiones adolescentes; las preocupaciones por los primeros hijos; problemas laborales; de salud; la oración por el alma de sus padres y hoy, por fin, la oración serena y confiada de quienes, desde su vejez asumida, van perfilando una perspectiva de esperanza.
Esos hermanos veteranos, que vienen aguantando la embestida de las propias fragilidades más allá de los años, tienen su cometido en las hermandades y en la sociedad. Su oración es necesaria para la Hermandad en su conjunto. Lo explicaba el Papa Francisco: “Una civilización donde no se reza es una civilización donde la vejez no tiene sentido y esto es aterrador. Nosotros necesitamos ante todo ancianos que recen, porque la vejez se nos dio para esto. La oración de los ancianos es algo hermoso” (Francisco: 11.03.2015).
Y no sólo los ancianos. Conozco alguna Junta sostenida por la oración de conventos de clausura, a los que el Hermano Mayor acudió solicitando su colaboración. También por personas que ofrecen las molestias asociadas a su enfermedad por las intenciones y necesidades de su Hermandad, como en el Calvario, al pie de la Cruz, la Virgen reza asociando su dolor a la obra de la Redención.
En el día a día de la Hermandad es imprescindible una buena gestión de la Junta de Gobierno con su hermano mayor al frente; pero la Hermandad no sale adelante sólo con decisiones más o menos brillantes o eficaces, sino con la oración callada y constante de quienes, desde su casa, la serenidad del convento, o la cama del hospital van labrando los sillares sobre los que se ha de apoyar realmente la Hermandad.
Ignacio Valduérteles