Casa Sacerdotal, Cinema Paradiso

Fue cine de verano, el mítico cine Ideal donde se refrescaban todas las noches estivales de la Alameda, y ahora ponen todos los días Cinema Paradiso. La Casa Sacerdotal de la calle Becas es un ejemplo de convivencia, de rehabilitación y de trasvase de energías en uno de los lugares donde la ciudad palpita.

 

En lo que fue antiguo colegio jesuita de las Becas, origen del nombre de la calle, los arquitectos Gonzalo Díaz Recasens y Antonio Martín Molina construyeron la Casa Sacerdotal Sata Clara, una residencia para sacerdotes. Todavía se conserva como medianera con la calle Hombre de Piedra la antigua pantalla del cine de verano, ese regalo de la selecta nevería que se perdió en aras del progreso, la especulación y los nuevos hábitos minimalistas.

¿Una casa para los Curas? Estos hombres se dan a los demás en todos los ciclos de la vida, desde el bautismo hasta la Unción de enfermos; tantas cosas buenas… Certifican en nombre de Dios la alianza matrimonial como sacramento, eje vertebrador de la familia. El sacerdocio es una aventura de valientes, una compañía donde hay muchas soledades.

Mezcla de hotel y hospital

La Casa Sacerdotal Santa Clara es una mezcla de hotel y hospital concebida para hacer más llevadera la vida de los pastores de la Iglesia. Gumersindo Melo es el cuarto director desde su puesta en marcha. Nacido en Gines, llegó a Sevilla después de una dura y fructífera etapa de párroco en Villanueva del Río y Minas. Todos los domingos hace una eucaristía para sordos. No hace falta ver para creer, pero sí hace falta oír la Palabra de Dios.

El sacerdote Gumersindo Melo, Director de la Casa Sacerdotal Santa Clara

El Hospital de los Venerables Sacerdotes, en el corazón del barrio de Santa Cruz, ya dice en su nombre su antigua función. El edificio se desacralizó, fue sede de los cursos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, por allí pasaron entre otros Borges y Cela, y ahora acoge a la Fundación Focus Abengoa. Organiza exposiciones, la de Velázquez y Murillo fue todo un acontecimiento, y allí estaba el órgano que todos los días probaba José Enrique Ayarra, que ahora literalmente se dedica a la música celestial.

De la misma forma que la Junta de Andalucía firmó con la Archidiócesis un convenio para ocupar el antiguo Seminario Metropolitano y financiar la construcción de uno nuevo en la avenida de la Palmera esquina con Cardenal Bueno Monreal, el Ayuntamiento hizo algo parecido para rehabilitar el antiguo cine Ideal como Casa Sacerdotal y utilizar como espacio cultural parte del antiguo monasterio de Santa Clara.

Tres plantas y la última, el paraíso

Los arquitectos de la Casa Sacerdotal concibieron un patio claustral abierto, con una terraza donde en la celebración de Todos los Santos los residentes organizan una barbacoa. La primera planta es para los curas transeúntes, ya sean de pueblos próximos, de otras regiones incluso de otros países que están de visita en Sevilla. La segunda planta acoge a sacerdotes que pueden valerse por sí mismos.

La tercera, la joya de la corona, es donde se amortiza tanta generosidad vertida por estos oficiantes del Evangelio a lo largo de sus vidas. En esta zona, equivalente al paraíso de los teatros, residen los curas que por avanzada edad o algún tipo de enfermedad no pueden valerse por sí mismos. Y también sacerdotes más jóvenes que conviven con familiares que merecen cuidados específicos. En la Casa Sacerdotal cuidaron hasta su muerte a las madres de los sacerdotes Geraldino Pérez o Pedro Juan Álvarez Barrera, párroco de Omnium Sanctorum.

Vida en comunidad

La Casa Sacerdotal tiene una plantilla de 24 trabajadores para tareas de limpieza, enfermería y mantenimiento. En la planta baja están el salón de actos y la capilla. Lo que fue el comedor del cardenal Amigo Vallejo es ahora una sala de reuniones donde también algunos sacerdotes ven los partidos de fútbol, los nuevos pucheros de la metáfora teresiana por los que también aparece Dios de vez en cuando.

Los sacerdotes que fallecen, entre las bajas más recientes y sentidas figura la de José María Garrido Luceño, formador de teólogos y lumbrera de la Filosofía, suelen dejar muebles, enseres religiosos y sobre todo libros. Una donación que se ha traducido en una copiosa biblioteca cuyos materiales han empezado a ser ordenados y catalogados.

En el corazón de la Alameda, la zona más moderna de la ciudad, crisol de modas y tendencias, de tribus y turistas, de novedades culinarias y musicales, la parábola del buen samaritano hace un bucle para hacerse realidad con los que han dedicado su vida a hacer más llevadera la de los demás con el ejemplo y la vivencia cotidiana de las virtudes teologales. Santos y pecadores que comparten alegrías y penurias, risas y llantos, películas y novelas, paseos y evocaciones. Comen en comunidad, como siempre han vivido.

Texto de Francisco Correal
Fotos de Belén Vargas

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