Domingo 1º de Adviento (C)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».


Comentario

– Para que me recomienden que cuide de mí mismo no he salido yo de Betsaida, allí eso ya me lo recomendaba mi madre. Si he dejado mi familia y mi trabajo es para otra cosa, para conseguir que el Reino de Dios venga a nosotros.

– Felipe, Felipe; tú siempre tan impetuoso. De qué te servirá que llegue el Reino si tú no puedes acogerlo por tu codicia, por tus rencores o porque en el momento decisivo te falte la valentía. Para cualquier decisión importante de nuestra vida hemos de prepararnos bien. Yo te insisto, que cuando llegue el Reino no te encuentre con el corazón embotado de odio ni de otro tipo de intereses que nos sean que los pobres y todos los que sufren puedan vivir la felicidad que el Padre les regala.

– ¿No te fías de mí, Maestro? ¿Piensas que te he seguido por egoísmo o por orgullo? ¿No crees que he sido sincero al hacerme discípulo tuyo?

– Claro que me fío de ti; y claro que creo en tu sinceridad. Pero cada situación se decide en su momento. Y la pequeña sombra que hoy puede haber en tu corazón, en su momento llenará tu alma de tinieblas. Piensa, piensa, si en la entrega a los que más quieres no hay, también, un poco o un mucho de egoísmo; piensa, piensa, si en tu oración al Padre siempre tienes su alabanza en tus labios o si muchas veces la desesperanza o el desagradecimiento la enturbian; piensa, piensa, si tu acogida a todos los pobres es como el Padre nos pide; piensa, piensa…

– Vale, vale lo voy pensando…, que siempre tienes la habilidad de cuestionarme lo que tenía por seguro.

Post relacionados