Cuando las personas mueren emerge una obra de Misericordia esencial, enterrar a los muertos. Antes de morir las personas necesitan consuelo ante la evidencia de la muerte. La familia es esencial en este momento; también los amigos. Tras la partida, tenemos que enterrar a los muertos; y no es un momento fácil para la familia, aunque sus creencias espirituales sean profundas. Nuestra fe católica en un mundo mejor de luz y amor nos ayuda.
La pasada semana hemos asistido a la despedida de una querida amiga, nuestra amiga Rosa. De acuerdo con el rito católico la hemos enterrado, se ha cumplido la obra de Misericordia, junto con su familia y sus amigos. Su marido, Agustín y sus hijas Rosa, Elena y Ana, así como sus hermanas, dieron una conmovedora imagen de amor y entereza ante la partida. La fe en un mundo más allá de la muerte y en la idea de que nuestros difuntos velan por nosotros dan fuerzas en momentos tan terribles.
En el mundo mueren muchas personas cada día que no tendrían que morir si la sociedad fuera de otra manera. El modelo del mundo hoy hace que los seres humanos mueran mucho antes de lo que su esperanza de vida natural les permitiría. El propio papa Francisco ha dicho que hemos convertido el planeta en un estercolero. Nadie debería matar y nadie debería morir por causas ajenas inducidas. La contaminación mata y la guerra también; y el hambre, y la enfermedad por carencias esenciales, y la sed y el terrorismo. Y todo ello en un mundo con gente opulenta. Una opulencia y un despilfarro que hacen que otros mueran, y haya que enterrarlos antes de tiempo para cumplir una obra de Misericordia.