Lectura del santo evangelio según san Marcos (3,31-35):
EN aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenia sentada alrededor le dice:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él les pregunta:
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Comentario
La voluntad de Dios
El comentario del Evangelio del día necesariamente ha de incluir el pasaje de la epístola a los Hebreos que lo acompaña en la liturgia de hoy. Porque lo complementa a la perfección. Estamos hablando de la voluntad de Dios, de llevarla a cumplimiento. «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad», tal es el sacrificio que Jesús ha hecho por todos nosotros en la cruz como una ofrenda que supera, de una vez para siempre, todos los sacrificios y las expiaciones a las que obligaban los ritos de la ley mosaica. Jesús es el primero y más perfecto cumplidor de la voluntad del Padre. Y, luego, María, su madre, aunque en la perícopa del día parezca no reconocerla. Porque con Jesús también quedan abolidos los lazos de sangre que las tribus de Israel habían traído de su tiempo de éxodo. Ya no hay levitas ni judíos. Todos somos hijos del Padre en el Hijo. Y podemos enorgullecernos de esta filiación no en virtud de ningún árbol genealógico sino del cumplimiento de la voluntad de Dios.