Lectura del santo Evangelio según Lucas (11, 37-41)
Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo.
Comentario
Dad limosna y lo tendréis limpio todo
Las lecturas del día inciden en la libertad de quien acoge la fe. En la carta a los gálatas, Pablo arremete contra la tentación judeizante que llevaba a algunos de aquella comunidad a circuncidarse. Lo hacían para acomodarse a lo dispuesto en la ley mosaica, como buscando una especie de salvoconducto espiritual. Esa misma actitud es la que Jesús critica en el almuerzo con el fariseo que le reprocha que no haya seguido la prescripción ritual de lavarse las manos antes de comer. Jesús incide en la libertad: no estamos sujetos a un ritual, no somos esclavos de una letra muerta, sino que amorosamente acogemos una Palabra viva y es por amor que voluntariamente aceptamos someternos a las disposiciones de la religión. Sin ese ejercicio libérrimo que es vivir la caridad, todo cuanto hagamos es una máscara, una apariencia de espiritualidad como la del fariseo para quien importa más lavarse las manos preceptivamente que lavar la conciencia del pecado que lo atenaza. Por eso la limosna -la caridad en todas sus formas- limpia el interior del hombre y lo prepara para sentarse a la mesa del banquete eucarístico.