“¡Todo es ecología!, la Ecología es la ciencia de las interacciones entre entidades vivas, desde células hasta la sociedad humana”, afirmaba en 2019, Pablo A. Marquet, doctor en Biología y especialista en Ecología Teórica. Problemas respiratorios, enfermedades cardiovasculares, problemas en el desarrollo cognitivo, de fertilidad o cáncer son algunas de las consecuencias o enfermedades que puede producir el deterioro ambiental para los humanos.
Pero hoy, la exposición a agentes químicos considerados cancerígenos, mutágenos o reprotóxicos ya no ocurre sólo en los lugares de trabajo, en cualquier lugar del planeta sus consecuencias son evidentes en las personas, los animales, el aire, las aguas o el suelo.
El papa Francisco nos advierte en su encíclica Laudato Si´: «Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla (LS, 2). En un mundo en el que todo está conectado es evidente que hay una estrecha relación entre los países y pueblos más pobres y la frágil sostenibilidad del planeta debida a los métodos de producción y sobreexplotación de los recursos. El progreso y el desarrollo económico, entendido sin límites por algunos gobiernos o empresas, ponen de manifiesto el desprecio por el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano (LS, 109)».
Quizás, conscientes de estas desigualdades, tanto en la exposición a los agentes cancerígenos como en el acceso a la información y a los tratamientos, el lema elegido por la Organización Mundial de la Salud y la Unidad Internacional Contra el Cáncer para este año 2023 es “Por unos cuidados más justos”.
Porque hay otros factores, no menos importantes, que determinan que una persona desarrolle un cáncer a lo largo de su vida como son un menor nivel de ingresos o un menor grado de escolaridad ya que son menos propensas a tomar medidas y a reconocer los factores de riesgo. La UICC considera “inaceptable” las brechas que hay en cuanto al nivel de conciencia en la población y manda un aviso a los gobiernos y a la comunidad en general para que fomenten una mejor comprensión de los riesgos y para hacer campañas de prevención sobre estilos de vida más sanos. Hacer políticas avanzadas de salud pública que aseguren la información actualizada de los riesgos, fomenten un menor consumo de productos de riesgo (tabaco, azúcar) e involucren a la población con menor nivel socio-económico.
Francisco nos lo describe así: Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras. Se enferman, por ejemplo, a causa de la inhalación de elevados niveles de humo que procede de los combustibles que utilizan para cocinar o para calentarse. A ello se suma la contaminación que afecta a todos, debida al transporte, al humo de la industria, a los depósitos de sustancias que contribuyen a la acidificación del suelo y del agua, a los fertilizantes, insecticidas, fungicidas, controladores de malezas y agrotóxicos en general (LS, 20). Igualmente, tenemos que considerar cientos de millones de toneladas de residuos por año, muchos de ellos no biodegradables: residuos domiciliarios y comerciales, residuos de demolición, residuos clínicos, electrónicos e industriales, residuos altamente tóxicos y radioactivos (LS, 21).
El Instituto Nacional de Salud Pública de EEUU anticipa que en 2040 el número de casos nuevos de cáncer por año a nivel mundial será de 29,5 millones y el número de muertes por cáncer de 16,4 millones. En España La Asociación Española Contra el Cáncer publica que en 2022 aparecieron 280.101 nuevos casos.
Pero volvamos a la raíz y origen de estos datos, la falta de preocupación por medir el daño a la naturaleza y el impacto ambiental de las decisiones es sólo el reflejo muy visible de un desinterés por reconocer el mensaje que la naturaleza lleva inscrito en sus mismas estructuras. Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza (LS, 117)
Para un futuro sin cáncer, el momento de actuar es ahora. Sobre todo por las generaciones venideras. ¡Actuemos!, No hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo (LS, 212).
Grupo Diocesano de Ecología Integral – Justicia y Paz