Hace unas horas nos hemos despertado con la trágica noticia de la catástrofe que asola Siria y Turquía. Y cada segundo crecen las víctimas y el dolor se torna insoportable, sino fuera porque hay que seguir viviendo y el ser humano extrae de dentro una fortaleza y capacidad de resistencia y de lucha imponente. Renace una y otra vez como el Ave Fénix de entre las cenizas que en estos países se han convertido en montañas de escombros. Nadie en su sano juicio culparía a Dios del daño irreversible que las fauces de la naturaleza ha generado desde sus profundas entrañas. No es el momento más oportuno para entrar en ciertas valoraciones, pero no viene mal recordar que en incontables ocasiones la mano del hombre está detrás de muchos dramas. La edificación en zonas altamente telúricas, o en los cauces secos de los ríos, el uso fraudulento de materiales escasamente resistentes que, aun sabiéndolo, empresarios sin escrúpulos utilizan para construir viviendas que son un potencial sepulcro para sus moradores, entre otras, son circunstancias a tener en cuenta.
Al inmenso sufrimiento de las guerras generadas por el ser humano, se une el de este devastador terremoto, coincidiendo casi en el tiempo a esta Jornada mundial de oración y reflexión contra la Trata de personas con el lema «Caminando por la dignidad» que se celebra el 8 de febrero de este año 2023, festividad de santa Josefina Bakhita. Ningún día mejor para recordar el horror de tantos indefensos porque ella fue vendida cinco veces a distintos amos, sufriendo de forma indecible y sin poder hacer nada. El cuarto de los infames amos que la compró cuando tenía aproximadamente 13 años, la tatuó con una cuchilla marcándola con 114 incisiones: «seis en el pecho, setenta en el vientre y cuarenta y ocho en el brazo derecho». Conmueve solamente con leerlo. Imposible imaginar lo que padeció. La trata es otro atropello que la mano del hombre continúa ejerciendo sobre algunos de sus congéneres pisoteando la dignidad y derechos de una forma claramente inhumana y punible, aunque desgraciadamente harto difícil de erradicar.
Cuando ruge la naturaleza nada se puede hacer. Pero en nuestras manos está evitar ciertos daños y especialmente defender a nuestros hermanos sin distinción de raza, procedencia, credo… No olvidemos que la cuna en la que cada uno nace de algún modo condiciona su devenir. No es lo mismo nacer en unos países en conflicto permanente que en lugares donde la paz es estable. No es igual haber venido al mundo en una familia con valores que hacerlo en el seno de otra que por diversas circunstancias no ha permitido filtrar al menos los que son esenciales para una pacífica convivencia. No se asemeja en nada la situación de una persona que ha de sobrevivir abandonando su hogar para buscar mejores oportunidades lejos de él, que la de quienes han obtenido una estabilidad familiar y laboral en su propio entorno o en otro similar. Nunca podrá ser la misma la existencia de una persona esclavizada por otras que la de quienes tenemos la fortuna de poder vivir en libertad. La cuna es una lotería. Demos gracias a Dios quienes hemos tenido una en condiciones. Y tengamos piedad, oremos por cuantos sufren sean cuales sean las razones que lo motiven.
Isabel Orellana Vilches