Aunque ahora suene lejano o incluso novedoso para algunos, durante unos años Tom Hanks y Meg Ryan formaron una pareja de éxito en la gran pantalla. Durante la década de 1990 y en tres películas formaron un dueto con mucho atractivo para el público: “Joe contra el volcán” (1990), “Algo para recordar” (1993) y “Tienes un e-mail” (1998). Las dos últimas fueron dirigidas por Nora Ephron, una artista polifacética que destacó en el periodismo, la novela y el cine.
“Algo para recordar” es una oda al romanticismo que este año cumple su trigésimo aniversario. Abiertamente inspirada en el clásico “Tú y yo” (Leo McCarey, 1957), con Cary Grant y Deborah Kerr enamorados a primera vista a bordo de un crucero, este largometraje parte de la idea de que el hombre y la mujer están hechos el uno para el otro. Como explicara S. Juan Pablo II en su Teología del Cuerpo, la unión que se da entre el hombre y la mujer es una imagen de la vida íntima del Dios trinitario.
La historia es bien simple: un niño pide por Navidades una esposa para su viudo padre, que desde su fallecimiento se halla sumido en un sinvivir. Para ello, llama a un programa radiofónico de una especialista en estos temas. Como resultado, media América se enamora de padre e hijo sin apenas conocerlos. Lo que sucede a continuación es un imposible en el que la búsqueda del amor y la fe juegan un papel protagonista.
Camuflada entre un lenguaje a veces soez, situaciones frívolas y escenas muy cotidianas, en esta historia se asoma un profundo deseo: el anhelo de encontrar un amor para toda la vida, de algo que nos llene para siempre. De forma velada pero reseñable, se intuye también la enorme fe del niño y de Annie (Ryan), que luchan contra las adversidades para lograr esa alta aspiración amorosa.
El guion original, escrito a tres manos por Jeff Arch, Nora Ephron y David S. Ward, mereció una nominación al Oscar, así como la canción del filme compuesta por Marc Shaiman. La hermosa fotografía del gran Sven Nykvist aporta calidez a una producción donde drama y romance se dan la mano para componer una cinta emotiva, simpática y agradable, quizá no muy profunda pero calificable desde luego como entretenimiento de calidad.
Guillermo De Lara
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