Carlos Javier Corento Calado
Sevilla (1991)
Seminarista de 2º Curso del Seminario Metropolitano de Sevilla
“Una tarde, frente al sagrario de la Parroquia Espíritu Santo, de Mairena del Aljarafe, me preguntaba qué quería el Señor de mí, y cada vez que me lo preguntaba mi corazón se agitaba”, confiesa Carlos Corento, seminarista de segundo Curso del Seminario Metropolitano de Sevilla.
Reconoció su vocación hace cinco años después del fallecimiento de su abuela materna Carmen. “No pasaba un buen momento anímicamente, gracias al apoyo de una buena amiga y compañera de catequesis llamada Auxi, empecé a asistir diariamente a la Eucaristía y aprendí a rezar el Rosario”.
Respecto a su vida en el Seminario Mayor, “sí es como lo esperaba”, expresa. “Nos tenemos el uno para el otro. Hay momentos para todo: oración, estudios, felicidad, tristeza, diversión a través del deporte y de noches de cine. Lo que más me ha sorprendido es la compañía y la ayuda de los demás seminaristas, ya no solo de mi curso, sino de todos. La experiencia de las formaciones, tanto humana como espiritual; la tarde deportiva de los jueves… Pero, sin duda alguna, con lo que me quedo del seminario, el momento más importante de cada día: la Eucaristía y la oración, estar cerca con el Señor”.
Cleofás y el otro
El Evangelio según san Lucas sobre los discípulos de Emaús es la referencia bíblica de Carlos. “Cuando caminaban con sus dudas y bajo la tentación del desánimo, escucharon las palabras consoladoras de Jesús. Cristo les hizo ver que, en muchas ocasiones, sus caminos no son los nuestros. Por eso, es necesario vivir con una fe profunda y luminosa que nos lleve a la aceptación amorosa de la voluntad de Dios en nuestra vida. Justamente en la Eucaristía encontramos el consuelo y la fuerza para seguir luchando aún en medio de las dificultades y contrariedades de la vida”, afirma.
Se siente identificado en este pasaje, “porque habla de dos discípulos. Uno si tiene nombre, Cleofás, y del otro no se revela su identidad. Me pongo en el lugar de ese discípulo desconocido, soy la otra persona que escucha a Jesús, aunque al principio no le reconozco. Porque mi vida ha sido así, siempre he andado a su lado, pero no lo he reconocido hasta partir el pan (cuando me senté frente al sagrario y al estar más veces a su lado)”.
Experiencia pastoral
El joven seminarista ha ejercido su pastoral recientemente en la Parroquia Santa María de las Nieves de Alanís y San Sebastián y San Diego de San Nicolás del Puerto. “La experiencia ha sido muy gratificante. He podido conocer una realidad muy diferente a la que he vivido y donde he crecido espiritualmente. Una experiencia donde espero haber irradiado el Espíritu Santo a aquellas personas con las que he tenido relación, que no es poco. Además de haber compartido la fe con ellos, he aprendido de todos y he intentado ayudar en todo lo que he podido”.
A una persona que se plantease la vocación sacerdotal como opción de vida, Carlos le diría que, sin duda, “hablen con su párroco o director espiritual y que, a través de la Pastoral Vocacional vayan a conocer la realidad del seminario, vean cómo vivimos y lo que hacemos, y puedan escuchar los testimonios vocacionales de diferentes seminaristas, donde quizás se encuentren identificados con historias concretas. El seminario es un gran lugar para discernir la vocación desde el primer día hasta el último con la ayuda de los formadores y los compañeros”.
Vuelta al Padre
“Quiero dar las gracias a Él, a Dios. Yo era una oveja perdida y el Señor, como el Buen Pastor, me rescató para poder estar a su lado y poder servirle y seguir conociendo cada día. Le pido por mis familiares y amigos, por los sacerdotes que han pasado en diferentes momentos de mi vocación, en especial a mi párroco Antonio Vergara, y por todos los feligreses de mi Parroquia Espíritu Santo, que tanto rezan por mí y mis compañeros seminaristas”.