Lectura del santo Evangelio según san Juan (16, 20-23a)
En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.
Nadie os quitará vuestra alegría
La alegría es consustancial al cristiano, esto es, a quien está animado por una esperanza lo mismo que la embarazada, en la hermosa metáfora de Jesús. La parturienta experimenta la alegría por doble motivo: porque acabaron sus penalidades y la pesadez de su estado de gravidez y porque ha dado a luz una nueva vida, de momento dependiente y necesitada de su maternal cuidado. También el cristiano sabe que el padecimiento de esta vida terrena con sus pasiones humanas y sus pecados tendrá un fin y se alumbrará una criatura nueva a la que, sin merecimiento alguno por su parte, la misericordia de Dios le abra las puertas del cielo. ¿No es para estar contentos?, ¿no es para contagiar esta alegría del corazón?