Teresa Olano González
Hermana de la Orden Trinitaria
San Román de Bembibre, León
Después de casi tres décadas visitando semanalmente a los privados de libertad, la hermana Teresa afirma que para “ejercer una buena pastoral dentro de prisión hay que escuchar mucho y hablar poco, tener mucha paciencia y humildad”. Desde que pisó por primera vez el centro penitenciario Sevilla I, intuyó que lo último que debía preguntar a los allí recluidos “era el motivo de su condena”. Luego confirmó que la prudencia en este sentido era valorada enormemente por los presos. “¿Qué más te da la razón que los llevó a estar allí? Lo realmente importante es transmitir la misericordia del Señor y su Palabra de salvación y liberación”.
La hermana Teresa hizo sus primeros votos el 26 de julio de 1947. “Mi vocación surgió de manera muy natural en mi niñez, viendo la vida de mi tía, que era religiosa. Recuerdo que desde muy pequeña decía que quería ser monja como ella”.
A sus 95 años reconoce en la oración y la comunidad los pilares de su fe. “Nunca, he tenido dudas de mi fe ni de mi vocación, gracias a Dios. Cuando han llegado momentos de tribulación dirijo mis ojos a la cruz, al Señor”. La Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, conocida también como Orden Trinitaria o trinitarios, es una familia religiosa fundada por el francés Juan de Mata (1154-1213). Fue la primera institución oficial de la Iglesia dedicada a la liberación de presos mediante medios no violentos.
A Sevilla llegó la hermana Teresa en 1990 y se unió al grupo de voluntarios que visitan el centro penitenciario Sevilla I. “Me he sentido siempre muy bien, he recibido buen trato de los funcionarios y de las presas. Sigo visitándolas, hasta que Dios me de fuerzas”, añade.
El acompañamiento de la Orden Trinitaria a los prisioneros no se limita a las visitas semanales en los centros de reclusión, en muchísimas ocasiones se extiendo después de la excarcelación. “La parte más difícil según he comprobado, es la inserción a la sociedad, incluso eso lo vemos ya en los permisos que se les conceden. Lo habitual es que no tengan a donde ir, especialmente si se trata de personas extranjeras. Muchas veces tuve la ocasión de acoger a las mujeres que no sabían a donde dirigirse cuando les daban permiso”.
Fe compartida
La hermana Teresa destaca “la paciencia y el aguante que tienen los presos para afrontar la convivencia y el desarraigo”. De los encuentros semanales valora la asistencia de los internos a la Eucaristía “y las largas conversaciones que tienen después con el sacerdote. Son unas misas preciosas, vividas profundamente, donde las presas se expresan, piden por sus hijos, padres y necesidades en general”.
El desafío de la pastoral penitenciaria “es muy llamativo por la atención y acompañamiento que requiere la población reclusa. Dentro de las cárceles escuchan el anuncio del Reino de Dios con mucha atención e interés; la situación más difícil surge después debido a los ambientes en los que se desenvuelven”.
A las personas que estén planteándose incorporarse a esta pastoral reitera la necesidad “de escuchar mucho y hablar poco y, de lo poco que se hable, pensar bien lo que se dice”.
Oración y vida comunitaria
Su fe se sustenta en la oración personal y en la vivencia comunitaria. “Siempre me pregunto ¿Qué he hecho yo para merecer tanto? Yo era de las niñas normalitas de mi pueblo. A mí el Señor me ha ido llevando de su mano, estando Dios contigo puedes con todo, tenemos a la Santísima Trinidad que es lo más grande”.