Lectura del santo Evangelio según san Juan (20, 19-23)
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo.
¡Ven, Espíritu divino!
Ven sobre nuestras seguridades.
Emerge desde lo mejor de nuestro corazón.
Sé la luz de nuestras luces.
¡Ven, Espíritu divino!
Ven sobre el polvo de los siglos que nos recubre.
Emerge desde nuestras mejores raíces.
Sé la savia que nutre nuestros mejores frutos.
¡Ven, Espíritu divino!
Ven sobre nuestros lenguajes,
sobre nuestros ritos,
sobre nuestra manera de organizarnos
como grupos,
como parroquias,
como Iglesia.
Emerge desde lo mejor de nuestra humanidad.
Sé el viento que nos lleva más allá…
que nos lleva a la aventura fascinante
de sembrar el evangelio
de pensamiento,
de palabra
y de obra.
¡Ven, Espíritu divino!
Ven sobre nuestra sensibilidad.
Emerge desde nuestras capacidades de comunión.
Sé el caldo de cultivo de nuestros de paz,
de nuestros deseos de fraternidad,
de nuestros deseos de santidad.
¡Ven, Espíritu divino!
ven sobre nuestros miedos,
ven sobre nuestras mejores capacidades,
ven sobre nuestra esperanza
de una iglesia mejor,
una cultura mejor,
una Iglesia más evangélica.
Emerge desde las energías que hay en nosotros,
infundidas por Ti,
mantenidas por Ti,
impulsadas por Ti.
¡Ven, Espíritu divino!
Ven sobre nuestra inteligencia.
Emerge desde nuestras búsquedas.
¡Ven, Espíritu divino!
ven sobre nuestras fidelidades,
ven sobre nuestros desafíos,
ven sobre nuestras audacias.
¡Ven, Espíritu divino!
Reconstitúyenos.
¡Ven, Espíritu divino!
Posibilítanos.
¡Ven, Espíritu divino!
Aliéntanos.
¡Ven, Espíritu divino!
Haznos más cristianos.
Haznos más humanos.
Haznos más santos.
Carmelo Ampelio. carmeloampelio@gmail.com raspasdefuego.blogspot.com/