Lectura del santo Evangelio según san Mateo (11, 25-30)
En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Soy manso y humilde de corazón
Comentario
La Iglesia festeja hoy la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, donde caben todos los que están agobiados y cansados. Todos encontramos un rinconcito en el sacratísimo Corazón de Jesús donde volcar cuanto es pesado e insoportable por aferrarnos al mundo terrenal deseando aspirar a las riquezas celestiales. San Agustín lo explica de este modo en comentario a esta perícopa: “¿Quieres ser grande? Comienza entonces por ser pequeño. ¿Tratas de levantar un edificio grande y elevado? Piensa primero en la base de la humildad. Y cuanto más trates de elevar el edificio, tanto más profundamente debes de cavar su fundamento. ¿Y hasta dónde ha de tocar la cúpula de nuestro edificio? Hasta la presencia de Dios”. Jesús convoca a todos para descansar en su corazón misericordioso, para perdonar al pecador, para sanar al herido, para levantar al que se ha caído. Solo el que se hace humilde puede reconocer su debilidad, la flaqueza de nuestra naturaleza humana limitada y frágil. Sólo entonces puede entrar así en la inmensidad del amor compasivo que es el Sagrado Corazón de Jesús.