El sufrimiento humano teniendo todas las papeletas para ser denostado cuando se nutre de la fe posee unas notas conmovedoras de inusitada belleza por el testimonio que ofrecen quienes lo viven a los pies de Cristo. Unos pocos ejemplos recientes.
A una religiosa aquejada de gravísima enfermedad que se había multiplicado convirtiendo su maltrecho organismo en habitáculo de constantes dolores obligándola a compartir el silencio y bienestar de su celda con largas temporadas en diversos hospitales no se la vio quejarse. Su rostro marcado por las huellas del cotidiano tormento mostraba paz, dulzura, la serena acogida de la voluntad divina acompañado de un amor a la vida por la que luchó hasta el final y la ofrenda a Dios de lo que estaba padeciendo. Ha sido fiel testigo del amor divino, una mujer fuerte que veía reproducir en su cuerpo el mismo mal que tan joven como ella se llevó a su madre, y que tal como sospechó segó su existencia. Nos ha dejado la estela de la paz, alegría y esperanza que le caracterizó.
Un queridísimo amigo afectado de ELA no gasta su tiempo en lamentarse de la pérdida progresiva y rápida de su salud. Como un apóstol admirable que es destina gran parte del día a compartir su fe aprovechándose de los recursos que han puesto a su alcance las modernas tecnologías permitiéndole comunicarse con los ojos. Y cada día reproduce la hermosura que aprecia en Dios transmitiendo su Palabra en las redes sociales, a pesar de la gran dificultad, y recuerda a quienes le siguen la hora del Ángelus, ese instante en el que María pronunció su fiat queriendo emularla en esa aquiescencia ante la voluntad de Dios puesto que desde el principio tomó esta enfermedad como un elemento purificador para su vida espiritual. Si a todos nos conmueve y edifica imaginemos cómo será la ternura de nuestro Padre Celestial ante hijos como Él: infinita.
Una generosa madre de familia, creyente, al diagnosticarle cáncer y comunicarlo a los suyos manifestó que era un bien para ella. Tal es su fe. No dio explicación acerca del sentido de estas palabras, pero conociéndola todo indica que estaba atendiendo a la enseñanza que conlleva el sufrimiento y al contenido que encierra para quien lo asume confiado en la gracia divina.
Culmino estas referencias con el imponente testimonio ofrecido por Fernando Rielo, el fundador de los misioneros identes. Desde su juventud hasta que se produjo su deceso sufrió numerosas intervenciones quirúrgicas, casi una treintena, todas ellas a vida o muerte. Esta particularidad hizo que su vida estuviese sembrada de incesantes consultas médicas, ingresos, rehabilitaciones, tratamientos y demás debido también a las secuelas que le fueron quedando. Y en medio de todo ello, ese constante sufrimiento que puso a los pies de Cristo queriendo unirse a Él en su pasión redentora, erigió diversas fundaciones culturales además de la religiosa, atendió a sus hijos espirituales, impartió conferencias en paraninfos de gran prestigio como la Pacem in Terris y la OEA además de varias universidades españolas y extranjeras, desarrolló una labor intelectual más que notable gestando obras de pensamiento y de espiritualidad, además de poemarios, y mantuvo una correspondencia intensísima con pontífices de su tiempo, pensadores, académicos, profesores, etc. Viajó a varios continentes en razón de su misión y todo ello envuelto en cotidianos padecimientos, lo cual da a su labor un plus incuestionable en cuanto al esfuerzo ímprobo que conlleva para un enfermo vivir en esas penosas condiciones que desconoce la persona sana. Él fue un maestro en su forma de afrontar el dolor del que habló con todo realismo, y una gran sensibilidad en mensajes, conferencias, y que se halla inserto en algunas de sus obras de pensamiento y en su poesía.
Son testimonios que nos enseñan a mantener la mirada puesta en Dios que todo lo sabe y que nunca deja a sus débiles hijos dándoles la fortaleza, la esperanza y, en suma, la gracia, para acoger lo que a cada uno la vida le vaya deparando.
Isabel Orellana Vilches