Lectura del santo Evangelio según san Lucas (14, 15-24)
Uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!». Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: “Venid, que ya está preparado”. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: “He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir”. El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: “Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”. El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”. Entonces el señor dijo al criado: “Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa. Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete”».
Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa
Comentario
El banquete es una parábola del Reino de Dios. La cena es el alimento eucarístico que se da a comer por todos. Y el anuncio es la evangelización en Cristo Jesús como salvador. Primero se anuncia a los israelitas, pero su rechazo los deja fuera del convite. Son excusas relativas al apego con las viejas costumbres y los modos tradicionales de entender la relación con la divinidad: los afectos personales, las cargas laborales y un sinfín de justificaciones con las que damos la espalda a lo que se nos proclama. Así se va ampliando el círculo de los convidados con los que sí que aceptan la invitación (como sucedió en las primeras comunidades provenientes del paganismo helenista) hasta completar una sala en la que cabe todo el mundo, porque el Reino no excluye a nadie. El empeño del Papa Francisco por visitar las periferias, por llevar la Iglesia a la última frontera obedece al mandato evangélico contenido en esta parábola.