El tiempo pasa y ya estamos a punto de iniciar el Tiempo de Adviento un año más, con lo cual, iniciamos un nuevo año litúrgico para la Iglesia Católica. La palabra Adviento deriva del término latino adventus que significa venida. En este tiempo nos debemos preparar para la llegada de Jesús, siendo por ello el Adviento un tiempo que define un camino espiritual en que esperamos la llegada del Hijo de Dios, de Jesús. En este año 2023, el Tiempo de Adviento comienza el próximo domingo 3 de diciembre y finaliza el domingo 24 de diciembre, integrando los cuatro domingos previos a la Navidad. Posteriormente, celebraremos el Nacimiento de Jesús y la Epifanía. En los últimos nueve años hemos dedicado varios post cada año a este tiempo esencial y lo haremos de nuevo este año con el amor, la esperanza y la fe que lo hemos hecho siempre con el convencimiento de la importancia espiritual de este tiempo, desde el inicio del Adviento hasta la Epifanía.
Quiero recordar aquí un libro, una obra que me ha acompañado siempre desde el 1 de enero de 1988, cuando me lo regaló mi madre por mi Santo. Me refiero al libro de Francisco Fernández Carvajal Hablar con Dios Meditaciones para cada día del año. Tomo I. Adviento. Navidad. Epifanía. He leído este libro cada Tiempo de Adviento y los días luminosos de Navidad y Epifanía siempre he encontrado en él algo nuevo vivificante y, por ello, recomiendo su lectura y meditación. El libro está impregnado de Evangelio y también de pensamientos de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Confieso que tengo el libro amorosamente gastado.
La Iglesia utiliza en su liturgia del Tiempo de Adviento el color morado, una imagen de austeridad para que seamos conscientes de la inminencia de un tiempo de renovación de nuestros principios evangélicos sobre los que debemos construir nuestra forma de vida de cada día reconociendo nuestras limitaciones al llevar a la práctica diaria, en nuestra vida, dichos principios que son muy claros. El Tiempo de Adviento nos prepara para que renovemos nuestra aproximación a la vida cargada de Evangelio, del Evangelio de Jesús que llega de nuevo a nosotros esta Navidad.
El Tiempo de Adviento es tiempo de esperanza, y manifiesta el fundador del Opus Dei, en Es Cristo que pasa que todo el panorama de nuestra vocación cristiana, esa unidad de vida que tiene como nervio la presencia de Dios, Padre Nuestro, puede y debe ser una realidad diaria. Es bueno analizar en este inicio del Adviento todo lo que nos aleja de la manifestación del Evangelio en cada una de nuestras actuaciones diarias, en la vida corriente de cada jornada, con nuestras familias, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, con todos y todas. La Navidad está muy cerca y debemos reconocer este hecho cada vez que llega el Tiempo de Adviento, insisto tiempo de renovación y esperanza, el inicio de un camino que iluminamos con las velas que se encienden cada domingo hasta el día de Navidad en nuestras iglesias, de acuerdo con nuestra liturgia, una iluminación para dar luz al camino hacia la verdadera Luz del Mundo. Las cuatro velas significan Esperanza, Paz, Alegría y Amor, conceptos que llenan nuestro Tiempo de Navidad y deberían llenar el mundo.
La Iglesia nos alerta con cuatro semanas de antelación, dice Fernández Carvajal, para que nos preparemos a celebrar de nuevo la Navidad, por eso conviene insistir en la preparación y esperanza de este tiempo litúrgico. Y nos dice el mismo autor citado que es tiempo de discernir qué cosas nos separan del Señor, examinando a fondo nuestra alma, de esta forma cuando llegue la Navidad el Señor nos encontrará atentos y con el alma dispuesta, como lo estuvieron los pastores de Belén a la luz de la estrella. El Señor que nacerá pronto, como lo ha hecho en ya más de 2000 años, se dice en la obra citada, es el Príncipe de la paz y desde el mismo momento que nace nos trae un mensaje de paz y alegría, de la única paz verdadera y de la única alegría cierta. Lo que vemos en el mundo al inicio de este nuevo Tiempo de Adviento está muy alejado de la paz y la esperanza. Una Palestina y una Ucrania injustamente ensangrentadas, con miles de muertos inocentes, una gran mayoría niños, verdadera promesa de ángeles en la Tierra, no parecen delimitar un paisaje de paz y alegría. También miles y miles de emigrantes forzados y desposeídos de todo en el marco de nuestras encendidas ciudades en este Tiempo de Navidad donde existe tanta brecha social. Tenemos mucho que meditar y también hacer, no podemos permanecer al margen. Los cristianos debemos ser personas abiertas a la paz y nuestra presencia debe dar serenidad y alegría estemos donde estemos, aunque la realidad de cada día lo dificulte así como nuestras limitaciones y también egoísmos, no es fácil, pero no debemos olvidar el mensaje, ese mensaje que renace, anticipado por el Adviento, cada Navidad. Nos dice Fernández Carvajal que las personas que tienen paz en su corazón la saben comunicar casi sin proponérselo y en ellas buscan apoyo y serenidad los demás, contribuyendo el conjunto al bien común tan necesario a todas las escalas.
En mi familia, como lo hemos hecho desde ya hace décadas, hemos comenzado a poner el Belén familiar al inicio de este nuevo Tiempo de Adviento. Esta Navidad tiene un sabor especial para nuestra familia con la llegada de mi nieto Quique, hijo de Eli y de Quique, mi hijo, que cumple este primer domingo de Adviento ocho meses. No solo las luces de la Navidad iluminarán nuestras casas este tiempo, ya que la luz de esperanza y amor de mi nieto lo impregnarán todo con su mirada limpia y luminosa. Como manifiesta el libro de Anthony Doerr, “la luz más importante es la que no puedes ver”; hay una preciosa serie basada en el libro en Netflix. Las nuevas criaturas que llegan al mundo son una nueva esperanza de un mundo mejor.
Alguien me preguntó una vez por qué en la mesa de mi despacho de la Universidad de Sevilla tengo todo el año una imagen de la Virgen con el Niño recién nacido, junto con las fotos de mi familia. Le dije que por dos razones, igual que tengo también a San José, para no olvidar el mensaje de la Sagrada Familia, y para dar la oportunidad a que alguien me haga la pregunta, como muchas veces ocurre y, con ello, hacer ese humilde apostolado personal, de cada día en la visa corriente, que, como cristianos, debemos hacer, lo que nos pidió en su madurez ese Niño que nace cada Navidad.