¿Dónde verla?: Netflix
‘Ya no hay comedias románticas como las de antes’, se oye decir con frecuencia. Y, efectivamente, la memoria cinematográfica parece dar la razón a esta queja cuando miramos hacia atrás y recordamos películas tan entrañables y elegantes como Sucedió una noche (Frank Capra, 1934), Historias de Filadelfia (George Cukor, 1940), Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), Tú y yo (Leo McCarey, 1957)… Incluso en años posteriores aún surgían perlas como La princesa prometida (Rob Reiner, 1987), Algo para recordar (Nora Ephron, 1993), Mientras dormías (Jon Turteltaub, 1994) o Mejor imposible (James L. Brooks, 1997).
El siglo XXI no ha empezado con buen pie en este género tan legítimamente codiciado por el espectador. Abundan las comedias, sí, pero el verdadero romanticismo brilla por su ausencia, ahogado por ese incómodo tufillo de banalidad y zafiedad que impregna muchas veces el metraje. Por eso, cuando el buscador de comedias se topa con La probabilidad estadística del amor a primera vista y le da una oportunidad, se lleva una grata sorpresa. No es que descubra la pólvora, pero este filme, estrenado en el catálogo de Netflix el pasado mes de septiembre, logra fusionar inteligentemente la modernidad con la nostalgia, siempre dentro del buen gusto.
Basada en la novela homónima de Jennifer E. Smith y dirigida por la inglesa Vanessa Caswill, “La probabilidad estadística del amor a primera vista” es una cinta construida sobre dos bonitas historias de amor, juvenil la principal y madura la secundaria. En medio, la subtrama de un divorcio con su moraleja positiva: “En el amor hay que esforzarse y tu madre y yo dejamos de hacerlo”, reconoce el padre de la protagonista.
La sinopsis podría ser esta: Hadley (Haley Lu Richardson), una estudiante de 20 años, ha llegado cuatro minutos tarde al aeropuerto y pierde su avión a Londres. Consigue billete para el siguiente vuelo, que es el mismo que tomará Oliver (Ben Hardy), 22 años y un friki de las matemáticas. Claro que Cupido en versión femenina anda por medio (magnífica Jameela Jamil) y, naturalmente, se encontrarán, se atraerán, perderán el contacto…, etcétera. Y todo en 24 horas.
Entretenimiento, unas estupendas actuaciones y un puñado de ideas buenas son las grandes bazas de este primer largometraje de Caswill. Hay veracidad en los diálogos, espacios para el humor, duelos literarios, una visión muy positiva de las relaciones familiares con protagonismo del arrepentimiento y del perdón, y un tratamiento trascendente de la enfermedad y de la muerte. De modo que hay una gran probabilidad estadística de que esta modesta producción resulte de gusto general en casa, creamos o no en el amor a primera vista o prefiramos llamarlo providencia.
Juan Jesús de Cózar