Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 40-45)
Se le acerca un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés». Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
La lepra se le quitó, y quedó limpio.
Comentario
SÁLVAME, SEÑOR.
Sálvame, Señor, de querer tener respuestas claras y controlables.
Sálvame, Señor, de mis gestos y palabras de superioridad.
Sálvame, Señor, de mi necesidad de control y de poder.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis durezas de corazón.
Sálvame, Señor, de mis durezas de sensibilidad,
Sálvame, Señor, de mis durezas de ideas y opiniones.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis aversiones arbitrarias.
Sálvame, Señor, de mi manía de poner etiquetas a las situaciones y a las personas.
Sálvame, Señor, de creer que sé las intenciones de las personas.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de la necesidad de certezas.
Sálvame, Señor, de mis intolerancias.
Sálvame, Señor, de mis resistencias al cambio.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis rigideces.
Sálvame, Señor, de mis inflexibilidades.
Sálvame, Señor, de mis inmovilismos.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis miedos.
Sálvame, Señor, de mis temores.
Sálvame, Señor, de mis nerviosismos.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis obstinaciones.
Sálvame, Señor, de mis intransigencias.
Sálvame, Señor, de mis inquebrantabilidades.
¿Cómo evangelizar así?
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