¿Dónde verla?: En salas de cine y alquiler en plataformas
El pasado diciembre, 18 años después desde que Tim Burton engolosinara a millones de niños y niñas de todo el mundo con su estupenda “Charlie y la fábrica de chocolate”, se estrenó en España “Wonka”. Sin conexión literaria con la obra de Roald Dahl, esta precuela inventa un pasado a Willy Wonka sostenido sobre tres elementos narrativos: el constante recuerdo de su madre (Sally Hawkins); el sueño de abrir una chocolatería en las Galerías Gourmet de una anónima ciudad europea; y su inagotable espíritu emprendedor, que le impulsa a superar todos los obstáculos que unos malos muy malos interponen en su camino.
Paul King, el director, es el responsable del guion junto a Simon Farnaby. Ambos han diseñado un Willy Wonka amable, generoso y vitalista, dotado de un optimismo que roza la ingenuidad. Es decir, nada parecido al Wonka de Burton, un personaje ciertamente creativo, pero excéntrico y misterioso. Y la jugada les ha salido bien, porque el filme ha triunfado en todo el mundo y su recaudación se acerca ya a los 600 millones de dólares. Pero es que además “Wonka es un musical”, con las dosis justas de canciones para entretener sin cansar.
Timothée Chalamet, con su permanente cara de niño, compone un Wonka encantador, alegre y sensible, capaz de transformar el ambiente dickensiano de la lavandería donde ha sido confinado por la malvada señora Scrubbit (Olivia Colman). Allí precisamente encontrará los aliados para llevar a cabo su proyecto, donde la huérfana Noodle (Calah Lane) tendrá un protagonismo fundamental. Y luego están los malos muy malos, que forman una especie de cártel del chocolate, amparados en la protección de un obispo (Rowan Atkinson) y de un puñado de monjes, todos ellos adictos a los bombones: una decisión argumental que parece caprichosa y facilona, cuyo tono humorístico rebaja la posible molestia (con razón) de determinados espectadores.
Por lo demás, el apartado técnico es deslumbrante: efectos visuales espectaculares, coreografías especialmente pensadas los más pequeños, magnífica reconstrucción digital de calles y edificios, una explosiva paleta de colores y chocolate, mucho chocolate. Tampoco podía faltar el Oompa-Loompa, interpretado por un sorprendente Hugh Grant.
“Nunca dejes de perseguir tus sueños”: esta frase podría resumir el mensaje de la película y, aunque no es muy original, da suficiente juego a una cinta muy entretenida, quizá demasiado edulcorada por el ‘buenismo’ al uso y a la que hubieran sentado bien algunas motivaciones un poco más profundas.
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Juan Jesús de Cózar