Desde que era muy joven he sabido apreciar el sentido del domingo de Resurrección y el tiempo que inicia, es decir, la importancia de la Pascua de Resurrección. En el tiempo en que era muy joven tuve personas a mí alrededor que me enseñaron a ver cosas tangibles e intangibles, mis padres, mi tía Enriqueta, algún profesor, sacerdotes con los que trataba. Ahora que soy abuelo, pienso lo que me hubiera enseñado mi abuelo Manuel, católico, humano, socialmente avanzado, próximo, si no hubiese muerto tan pronto. En este pasado, ya algo lejano, recuerdo la importancia que se daba en mi entorno al Domingo de Resurrección. Desde el punto de vista religioso tenía una significación clara para los católicos, y socialmente era el inicio de un tiempo de alegría tras los últimos días de Semana Santa, donde toda la sociedad y la ciudad con ella se entristecían por la muerte del Señor. No había cines, por ejemplo en mis tiempos infantiles y juveniles. En cambio, el Domingo de Resurrección todo era luz, a los que nos gustaba el cine esperábamos los denominados estrenos de dicho día donde los cines se vestían de gala para recibir películas de calidad que ponían de manifiesto la vuelta de la vida y la alegría. Recuerdo esos tiempos con mucho cariño y a las personas con quien los viví.
El Domingo de Resurrección es la Pascua de Resurrección o Pascua Florida. La siguiente Pascua es Pentecostés, cincuenta días después. Las fiestas más importantes del calendario litúrgico de la iglesia son las cuatro Pascuas: Natividad, Epifanía, Resurrección y Pentecostés. Pero volvamos al domingo de Resurrección y su importancia. En el tiempo de Semana Santa las cadenas de televisión, y ahora hay muchas y plataformas, se llenan de películas, algunas de las llamadas “de romanos” y otras de la vida y pasión de Jesús. Yo tengo una preferida, Ben Hur. La he vuelto a ver esta Semana Santa junto con otras como “La historia más grande jamás contada”, que volví a ver esta Semana Santa en La Trece. En esta película así como en otras sale un problema de la época como es la resurrección de Jesús. Sus discípulos la esperaban, era la corroboración de una esperanza, la permanencia de un mensaje. Sus enemigos, judíos y romanos, temían que fuese verdad la Resurrección de Jesús de Nazaret. Si Cristo resucita tiene sentido la esperanza, la alegría y el amor, en un mensaje de alcance universal. Si Cristo no resucita, todo tiene menos sentido, y su mensaje, como querían los dirigentes judíos y los invasores romanos se desvanecerían en el tiempo, y la realidad social impuesta, acomodaticia para judíos y romanos, permanecería.
Todo el mensaje revolucionario, transformador de realidades y generador de esperanza de Jesús se perdería en el tiempo, y el poder establecido se consolidaría. Por eso había miedo a que alguien robase el cuerpo de Jesús de la sepultura de José de Arimatea donde fue sepultado. Los romanos pusieron guardia en el sepulcro y los miembros del Sanedrín vigilaban la tumba celosamente para evitar un robo que alimentase la idea de la Resurrección, clave para que los discípulos y seguidores comprendiesen tras día de incertidumbre y miedo, y la realidad del mensaje de Jesús se expandiese. Un mensaje para cristianos y no cristianos, un mensaje necesario para un mundo que lo necesitaba, por eso Dios mandó a Jesús, su Hijo. Un mensaje necesario hoy, en un mundo violento sin sentido, cruel, egoísta. Un mensaje que revive el Domingo de Resurrección para todos, como quería Jesús de Nazaret. El evangelio del domingo 7 de abril (Juan, 20, 19-31) relata el hecho de la aparición de Jesús a sus discípulos, en una casa cerrada por miedo a los judíos, unos judíos que habían matado a su Maestro, diciéndoles “Paz a vosotros” y soplando sobre ellos les dijo también “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les serán perdonados; a quienes se los retengáis les serán retenidos”. Y así se consolida la primera comunidad eclesial, demostrando que el amor a Dios se manifiesta en el amor a los hermanos, como nos recuerda Álvaro Pereira en la revista Iglesia en Sevilla (382, del 7 al 13 de abril, página 13).
La Resurrección de Jesús, el Hijo de Dios, el portador de un mensaje transformador fue temida por los amanates y defensores de la oscuridad, pero la realidad se impuso, y el mensaje reforzado por la Resurrección se extendió por el mundo, para todos sin distinción y aún hoy mantiene toda su fuerza, su esperanza, su compasión y misericordia, y bien haría el mundo, los dirigentes del mundo en entenderlo aplicarlo en el ámbito de sus competencias.