Lectura del santo Evangelio según san Marcos (16, 15-20)
Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Proclamad el Evangelio a toda la creación.
La lectura continuada del cuarto Evangelio que veníamos haciendo esta cuarta semana de Pascua se ve interrumpida con la festividad del evangelista San Marcos, del que leemos hoy la perícopa de la exhortación misionera a los discípulos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». El Papa Francisco tiene dicho que no hay distinción -como en otras épocas se hacía- entre discípulo y misionero. El seguidor de Cristo está en permanente misión para llevar la Palabra al mundo entero. ¿Cuál es ese mundo? El que tenga más cerca de su ambiente: la familia, el trabajo, los amigos… Algunos se sentirán vocacionalmente llamados a partir hacia tierras lejanas donde proclamar el Evangelio, pero todos tienen la irrefrenable vocación de ser testigo de Cristo entre los suyos. El relato, coincidente con el final del Evangelio de Marcos, concluye con la Ascensión del Señor y el inicio de la misión por parte de sus seguidores, confirmada desde el cielo con señales que sólo pueden interpretarse a la luz de la fe.