Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, patrona de Europa (B)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (11, 25-30)

En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Has escondido estas cosas a los sabios, y las has revelado a los pequeños.

Son varias las ocasiones en que Jesús ensalza el conocimiento espontáneo del corazón, sin el refinamiento intelectual del cerebro. Esta perícopa de Mateo es evidente al respecto, en el día que la Iglesia celebra la fiesta de Santa Catalina de Siena, mística y doctora de la Iglesia bajo cuyo copatronazgo puso Europa el Papa Juan Pablo II en 1999. Estamos ante una figura de talla excepcional que defendió al papado en los turbulentos años del llamado cisma de Occidente en torno a las disputas papales en Aviñón. Los pontífices seguían sus consejos a pesar de tratarse de una mujer iletrada que no había aprendido a leer, pero que había comprendido todo lo que el Señor había puesto en su corazón. Ella era una pequeña, por usar el campo semántico del Evangelio del día, que podemos traducir por humilde, en tanto que los sabios podríamos asimilarlos a los soberbios que se creen capaces de desentrañar los misterios de la fe sin ayuda de nadie. Santa Catalina es un faro que guía nuestra capacidad para hacernos humildes y avanzar en la búsqueda de cuanto no sabemos ni podemos explicarnos.

 

 

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