Inmaculada Jiménez
Mairena del Alcor, 1971
Periodista. Licenciada en Ciencias de la Información (CEADE)
Decía Diego Petersen que ser periodista es ver pasar la historia con boleto de primera fila, algo que marca el diario de Inmaculada Jiménez desde bien temprano. Sus fotos de una calle Sierpes solitaria y abierta a un amanecer a veces lejano, son el primer contacto con la ciudad de muchos usuarios de twitter (aún le cuesta, como a todos, hablar de la red X).
Durante la conversación mantenida en el estudio central de COPE Sevilla tras el boletín local de las diez, Inmaculada reitera que la profesión le ha dado la oportunidad de constatar que “ahí fuera hay gente muy buena”. Se considera una mujer afortunada, porque cultiva una vocación que le persigue casi desde que tiene uso de razón. Se define además como “una chica COPE”, antes incluso de que Andrés Luis Cañadas le abriera las puertas a “la emisora que se escuchaba en casa de toda la vida”. Primero fueron las prácticas durante la carrera, luego colaboraciones de tarde, y un paréntesis de cuatro años en Huelva hasta su regreso definitivo a Sevilla en 2001. Desde entonces ha hecho “de todo menos deporte”.
Cuando repasa los escenarios y nombres de una vida dedicada a contar cosas, se le nota la nostalgia de aquellas colaboraciones en el programa ‘Saeta’, y se detiene en Marta del Castillo. Es el caso que más le ha impactado, y pide a Dios que llegue el día en que “pueda ponerme delante de estos micrófonos azules para anunciar que ha aparecido el cuerpo de esa cría, y que sus familiares por fin pueden descansar”.
Curiosamente, define su relación con la fe como “muy infantil”, y lo explica: “creo que esa vertiente hay que mimarla y cultivarla a diario, nunca hay que perder las ganas de aprender de los niños”. Y aquí vuelve la mirada tanto a sus mayores como a sus hijos, Santiago y Andrea: “Tengo la suerte de que es algo que he recibido en casa, pero ahora lo sigo aprendiendo de mis hijos. Me encanta, por ejemplo, la visión de la fe de mi hija Andrea, me enseña muchísimo y me ayuda a seguir adelante”.
En la casa Jiménez también hay lugar para devociones más íntimas. El Señor de Pasión entró por herencia familiar, y el corazón está repartido entre el Señor de la Salud de la Hermandad de los Gitanos… Y la Esperanza Macarena. “También el Cristo de la Cárcel de Mairena del Alcor, ojo, porque una es de donde son sus raíces”.
El periodismo le ha dado la oportunidad de conocer a “gente magnífica de la que quizás teníamos otro concepto antes de conocerlos”, y mira las redes sociales como una especie de mal necesario del que se pueden sacar conclusiones positivas. “Por ejemplo -reitera- la gente tan estupenda que he podido conocer gracias a ellas”. Se queda con la parte buena del invento, “lo malo lo obvio”.
Su sonrisa le precede con una mirada inquieta que revela unas ganas permanentes de aprender. En efecto, es una mujer con suerte, porque sigue haciendo lo que siempre quiso: contar cosas, y hacerlo con el inconfundible ‘estilo Jiménez’ que acompaña las mañanas de muchos sevillanos que, sin ella percibirlo, le acompañan en ese paseo aún nocturno camino de la emisora.