Lectura del santo Evangelio según san Marcos ( 12, 13-17)
Le envían algunos de los fariseos y de los herodianos, para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres veraz y no te preocupa lo que digan; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?». Adivinando su hipocresía, les replicó: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron. Y él les preguntó: «¿De quién es esta imagen y esta inscripción?». Le contestaron: «Del César». Jesús les replicó: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Y se quedaron admirados.
Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
La tentación permanente de confundir los planos está presente en la Iglesia y quienes la forman desde los primeros tiempos. El plano político y el plano religioso. Hubo épocas en que se confundieron y se superpusieron, pero el aprendizaje ha sido tan costoso que no conviene olvidarlo. En el fondo, la política y la fe están en planos diferentes, como las dos caras de una moneda de la que Jesús se vale para explicar a sus discípulos que su reino no es temporal y que no va a ser el Mesías revolucionario que expulse a los ocupantes como podía pensarse en su época. Corresponde a los cristianos trabajar en el mundo para su transformación, a través de la política, por supuesto, pero sabiendo que la Iglesia no defiende ninguna ideología ni su mensaje puede asimilarse a ninguna oferta electoral. Evidentemente, hay mensajes que chocan con aquello que defiende y que está en la médula de su doctrina por lo que son abiertamente rechazables, pero más allá de esto, no patrocina ningún programa político, forma de gobierno o régimen administrativo. Colabora en la santificación de sus miembros, pero no les impone una determinada forma de pensar: de hecho, la presencia de católicos en la vida pública se concreta prácticamente en todo el arco parlamentario. Es a todos los hombres a los que se dirige el mensaje de salvación, no a los que piensan de una determinada forma o de otra. Haríamos bien en no olvidar esta premisa, sin ir más lejos, el domingo 9, cuando los ciudadanos de la UE están llamados a las urnas.