Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 13-16)
Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.
Vosotros sois la luz del mundo.
La Iglesia celebra hoy, 11 de junio, la memoria de San Bernabé, «un buen hombre, lleno de fe y del Espíritu Santo» como proclama los Hechos de los Apóstoles. Los padres de la Iglesia y el mismo San Lucas, autor del libro de los Hechos, lo consideraron apóstol, porque fue de los primeros en abrazar la fe cristiana, como se relata en la primera lectura de hoy: vendió las tierras de su propiedad y el fruto de la operación lo depositó a los pies de los apóstoles para su distribución entre los pobres. Acompañó a Pablo en sus primeros viajes y tomó parte en el concilio de Jerusalén que separó la fe cristiana de sus orígenes judíos admitiendo también a los gentiles como miembros de la Iglesia. El distanciamiento que esta cuestión suscitó entre Pablo y Bernabé, lejos de ser descorazonador, nos habla de que los santos son de carne y hueso, cada uno con su visión de las cosas y su manera de proseguir la misión evangelizadora, pero dispuestos siempre a abandonarse en la confianza del Espíritu Santo y abiertos a lo que la voluntad del Padre disponga. Eso justamente es lo que hoy celebramos con la fiesta de San Bernabé.