«Hay algo bellísimo en ver a un Dios que se hace presente cuando nos unimos en su nombre»

Hoy concluye la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Ha sido, como cada año, un tiem­po de­di­ca­do a la ora­ción por la uni­dad de to­dos los bau­ti­za­dos, se­gún la vo­lun­tad de Cris­to: que to­dos sean una sola cosa. Un objetivo similar al que congregó el pasado mes de diciembre en Madrid a más de 15.000 jóvenes de distintas nacionalidades y confesiones religiosas en un encuentro organizado por la comunidad Taizé . Estos encuentros se iniciaron hace 40 años para rezar juntos pese a confesar diferentes creencias y profundizar en temas como la fraternidad entre los pueblos, la paz, la comprensión de la fe y el compromiso social. Desde Sevilla asistió un nutrido grupo de participantes y de miembros de Pastoral Juvenil de Sevilla. En ese grupo estaba Ester López Barea. Este es su testimonio.

 

«31 de diciembre de 2018. IFEMA (Madrid). Última oración común del Encuentro de Taizé. Se acababa este año tan intenso. Estaba sentada, en el suelo, con la mirada fija en mis propios pies, esperando a que empezase la oración. Aproveché la ocasión para concienciarme de que ya acababa el año y me di un tiempo para, en silencio, repasar lo vivido.

Tenía una mezcla de sentimientos: agradecimiento por todo lo recibido, culpa por decisiones poco acertadas que me dejaron heridas, miedo ante la incertidumbre del próximo año…

Levanté la mirada y vi unas palabras de Santa Teresa proyectadas en la lona que decoraba el inmenso pabellón: “Solo Dios”. Era como si, viendo todo lo que pasaba por mi mente esas últimas horas del año, Dios me dijera: “Solo yo te basto. Que yo sea suficiente para Ti este nuevo año”.

Y es que la sencillez de la espiritualidad de Taizé, de sus oraciones y sus encuentros tiene ese efecto. La sencillez nos obliga, de alguna forma, a tener el corazón siempre atento y despierto, sabiendo que Dios nos habla, que Dios elige hablarme, en la brisa suave.

Esta es una de las cosas que me cautivaron, pues, como una vez escuché decir a un amigo, “lo bello, si sencillo, dos veces bello”. Hay algo bello en esos cantos que apenas ocupan una línea, pero que, a base de repeticiones, van calando poco a poco hasta llegar a lo más íntimo.

Hay algo bello en esas oraciones en la que el centro es la Palabra de Dios, que sigue viva y eficaz, que me toca y me transforma. Hay algo bellísimo en ver a un Dios que se hace presente cuando nos unimos en su nombre, juntos, todos los cristianos. Un Dios presente entre nosotros, pero en un “nosotros” que acoge y que tiende puentes»

Ester López Barea

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