Catalina es una joven cristiana y misionera, y refleja que las dos vertientes que refuerzan su fe son la Eucaristía y la oración, ya que “sin la Eucaristía no podría tener fe y sin la oración no podría crecer en ella”. Suele ir a misa a diario en diferentes iglesias, como en las parroquias de San Juan Pablo II, las Flores o San Bartolomé. En esta última, todas las tardes está el Señor expuesto, y reza su plegaria con el fin de “tenerlo vivo a cuerpo presente, contemplándole y siendo iluminada por él”.
Este año Catalina vivió su primera experiencia misionera en Calcuta. Al principio no tenía claro salir de misiones al extranjero, pero un día tuvo la suerte de encontrarse a un amigo que “me propone ir con un grupo con el que él ya había estado hace dos años en Calcuta y que querían repetir”. Por lo que no se lo pensó y, como expresa, era “mi última señal para decidirme y tener claro que era algo que venía de Él”.
Catalina menciona que “a Dios, siendo infinito, se puede llegar de mil formas y por mil caminos, y todos te aportan algo nuevo y bueno”. Partió con un grupo de amigos que se conocían del Regnum Christi, y subraya que le “encantó poder vivir la experiencia con ellos, ya que nunca había tenido contacto con esta institución, y la verdad es que me aportaron muchísimo”.
Su experiencia en Calcuta
La misión duró 17 días y afirma que “es un voluntariado muy distinto a lo que estamos acostumbrados”. Las sisters son las encargadas de asignar a los voluntarios las casas a donde hay que asistir y “vas allí a ayudar en lo que haga falta, dependiendo de la casa que te toque son unas funciones u otras, pero la mayoría sencillas”.
Aunque al principio la experiencia fue dura, con el paso del tiempo Catalina descubrió que “estando allí, tienes la verdadera oportunidad de vivirlo, lo haces y te transforma por dentro”. A ello hay que sumarle la relación que mantuvo con las niñas pequeñas en el voluntariado, “llevarles el amor de Dios, que Él tiene tantas ganas de que reciban y se sirve de nosotros para poder hacerlo”.
Finalmente, Catalina llega a la conclusión de que “he aprendido a que debo mirar a cada pobre que me cruce aquí en Sevilla con ese mismo amor que Dios me mostró allí”, y recomienda a todas las personas que “para amar al que tienes al lado, y poder hacer las cosas con amor, no necesitas cruzar el mundo, seguro que hay gente mejor que lo consigue sin tener que ir a Calcuta”.