SAN JOSAFAT, obispo y mártir, m. obligatoria (B)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (17, 7-10)

«¿Quien de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer

Vaya por delante que, fuera del contexto en que lo usa Jesús en el Evangelio de hoy, a nadie le gusta que lo tomen por siervo y, menos todavía, que le apliquen el calificativo de inútil. Queremos dominar nuestras vidas, dirigirlas con pulso firme en pos del ideal que cada uno se marque, y esa determinación está en los antípodas de la inutilidad que Jesús propone a los suyos. A nosotros también. Porque lo que está tratando de inculcar en los suyos es que la obra es de Dios. Toda obra es de Dios, lo que en terminología teológica se llama la primacía de la gracia. A nosotros no nos queda más que colaborar, coadyuvar a esa obra divina con nuestra inutilidad manifiesta, trabajar en aquello que se nos pida, poner de nuestra parte como le pidió la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego en su aparición. Hacer lo que uno tiene que hacer es cumplir el deber sin importar el reconocimiento ni el provecho que podamos sacar, sino por puro amor al prójimo, un pálido reflejo de la gracia de Dios que llega a cada hombre. Quien escribe estas meditaciones día a día también exclama con la Palabra: «Siervo inútil soy, he hecho lo que se me ha pedido». Para gloria de Dios y salvación de las almas.

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