Miércoles de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas ( 21, 12-19)

«Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré boca y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Todos os odiarán a causa de mi nombre, pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.

Comentario

La persecución aparece en el horizonte de vida cristiano no como una fatalidad o una insidiosa molestia en el camino de salvación, como oportunidad de dar testimonio de Cristo y de su mensaje a un mundo descreído. Entonces y ahora. Aquí y allí. Exactamente como han hecho millones de cristianos en todo el mundo a lo largo de los tiempos: dar testimonio de su fe frente a los tormentos más severos con que las autoridades del momento han pretendido arrancarlos de su fe. Por seguir usando un lenguaje apocalíptico, la sangre de los mártires riega la Iglesia militante. Quizá en nuestros días y en nuestro mundo no se desate una persecución religiosa… como la que sucedió en España hace menos de un siglo y que nutre el catálogo de beatos de la Iglesia con oleadas de mártires que entregaron su vida en medio del odio hacia la religión. El Señor previene a sus discípulos y a nosotros también de que esa posibilidad es cierta y establece el comportamiento del fiel seguidor en ese trance: el Espíritu Santo guiará su defensa ante el mundo, no hay de qué preocuparse. 

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