A continuación ofrecemos una serie de meditaciones semanales tituladas “Cuaderno de vida y oración” a cargo del sacerdote diocesano Carlos Carrasco Schlatter, autor del libro “Las conversaciones que tenemos pendientes”.
Llevar la vida a la oración
“¡Tú mira por ti mismo!” “¡Lo que no hagas tú por ti no lo hará nadie!” o esa mal utilizada teología que afirma: “la caridad comienza con uno mismo”.
Todas estas expresiones, y muchas otras parecidas, tienen de fondo un creciente individualismo. Incluso más que creciente, habría que hablar de una cultura que eclipsa al resto de realidades. Hay quien llega a afirmar que el cristianismo es hoy más que nunca una utopía irrealizable, y si es así lo es por culpa de este egoísmo que campa a sus anchas.
“Niño, tú no te metas”, le espeta una frase a su hijo para justificar que no se debe meter a mediar en una pelea sino quiere recibir tortas de ambos. Pero lo cierto es que si no lo hace por otros, nadie lo hará por él. Y la misma madre que hoy le anima a la indiferencia luego le molestará que nadie le haya ayudado. El egoísmo es así, solo importa uno mismo y que todo el mundo gire según su perspectiva.
La Cuaresma, y de modo aún más particular la Semana Santa, son un canto a la esperanza. Una pintura de amarga resignación a los males de este mundo, pero sincero compromiso a promover una conversión del mundo comenzando por uno mismo. No tenemos miedo a reconocer las verdades de la humanidad, pero tampoco a reconocer que por encima de todo el mal triunfa el amor.
Bendito pecado que trajo consigo la salvación del mundo. Somos pecadores e imperfectos, pero lo más bello no se muestra en su perfección. Tú lo haces perfecto, sin ti nunca lo sería.
Encuentro con Dios
En una entrevista cuenta Nacho Cano, el cantante, que la verdad solo es verdad hasta que alguien la cuenta. Del mismo modo, podemos afirmar que Dios solo es Dios hasta que comenzamos a hablar de Él.
Nuestras formas de expresión siempre son limitadas e imperfectas, y pretender abarcar lo inabarcable es todo un alarde de ineptitud. Más bien acabaremos hablando de nuestros límites, y por tanto de nosotros mismos, que verdaderamente de Dios.
Pero para el cristiano Dios que sabe todo esto, se ofrece como hombre para que hablemos de Cristo para así encontrar algo cierto donde otros no pueden hablar.
Ante el egoísmo e individualismo, tenemos la riqueza de la Santísima Trinidad, tres personas y un solo Dios verdadero.
Cristo es verdadero Dios y verdadero Hombre, y con ello nosotros irremediablemente hombres 100% podemos dar gracias pues solo por voluntad de Dios hemos sido elevados a categoría divina.
Así al mirarnos podemos contemplar rasgos de Dios, pues el mismo Jesús tuvo los mismos sentimientos que nosotros podamos tener, eso sí, Él los vivió libres de pecado pues ninguno de ellos le orientó al mal sino a la compasión y la misericordia.
El reto entonces será analizar nuestros sentimientos y descubrir cómo desde ellos podemos “aspirar a carismas mejores”, cómo podremos mirar a Dios no como alguien inalcanzable, sino como el Espíritu de Dios que está en nosotros por la gracia bautismal y la aspiración a la santidad verdadera.
El Papa Francisco nos recuerda esta expresión de su predecesor Benedicto XVI: «La santidad no es más que la caridad plenamente vivida” (GE 21), por ello una llamada a ser santos debe inspirar en nosotros un modo pleno de amar y tratar a los demás. Evitando que nuestros sentimientos se adueñen de nosotros, para hacer de ellos un instrumento con el que nosotros podamos servir a Dios y los demás.
A la luz de la Palabra
Abrahám intenta salvar a Sodoma y Gomorra, pero él sabe que efectivamente ambas ciudades se merecen el castigo. Solo le queda entonces acudir a la compasión de Dios. Por ello comienza un “regateo infantil”, y si encontramos veinte personas justas, y si son en vez de veinte diez, y si son cinco, y si son dos, y si es una… Dios es ante todo Padre, tiene un gran corazón lleno de misericordia, y como buen Padre está dispuesto a dar a su hijo un trozo de pan (Cfr. Lc 11, 11-13) siempre que lo necesite, si este se conforma solo con migajas (Cfr. Mt 15, 27) Dios no será menos y aceptará un solo hombre justo para salvar a dos ciudades pecadoras.
Pero Dios es también corazón de Madre, y no solo aceptará ese acuerdo, sino que acabará proponiendo uno aún más beneficioso para los hombres. No solo con un hombre justo, sino que no necesitaréis buscarlo ya que yo mismo me ofreceré en sacrificio de alabanza. Así viendo Dios que todo lo que había creado era bueno, Él mismo se ofreció para la redención de los hombres, mostrando así un ejemplo vivo de cuanto los hombres podemos llegar a dar de sí. Cuanto podemos ofrecer si tenemos la disposición de espíritu para salvar a los demás. Cuando tenemos dentro que desconocemos o que incluso ni nos atrevemos a buscar.
Dios que se compadeció de los hombres optó por entregar a su propio Hijo (Cfr. Jn 3, 16), a sí mismo, para que los hombres encontremos en su entrega el ejemplo vivo de lo que es el amor de Dios y de lo que nuestro propio amor puede alcanzar.
Por todo ello Abraham logró salvar a esas dos ciudades, pero sin saberlo, nos brindó el maravilloso regalo de la entrega de Jesús. Podríamos decir que por su culpa murió Cristo, pero más bien hemos de decir que frente a todo lo malo que los hombres podamos hacer, Dios siempre encontrará la forma de inspirarnos para que donde haya mal pongamos amor.
De este modo en vez de pagar mal por mal, Dios pagó al mal con más entrega, servicio y esperanza.
Llevar la oración a la vida
Entonces, el interrogante en nuestra oración es claro, ¿sería yo ese hombre/mujer justo capaz de ofrecerse para la salvación de otros? ¿Estoy dispuesto a mirar a los demás como Dios los mira? No con ojos de condena, sino con corazón compasivo y misericordioso.
Dios es Padre/Madre, y de su amor nacemos nosotros, venimos a la luz como fieles hijos suyos que poseen la genética del amor verdadero, de la compasión sincera, del perdón de Dios.
En esta raíz, contemplamos la semana santa, como la semana de dudas antes de un nacimiento, de inquietudes y temores, pero también como la semana de la esperanza que acunamos en los brazos y que remueve corazones.
Este mes traerá recuerdos para todo el año, para toda la vida si nos lo proponemos. Pues no solo nace un hombre nuevo, sino que sobretodo somos nosotros los que renacemos.
Abramos el alma, y el corazón sincero, para descubrir nuestras faltas, culpas o miedos. Abrámoslo sin dejar nada cerrado, para que Dios lo transforme todo en nuevo. Así aunque la casa sea la misma, diremos que todos los muebles son de estreno. Así aunque las fotos del pasado no cambien, el marco que utilicemos sea ahora otro más bello. Así por más que todo sea igual, son nuestros ojos los que lo contemplan con espíritu abierto.
Gracias Dios de todas las gracias, por confiar en nosotros más de lo que nosotros lo hacemos. Gracias por todo lo que no nos merecemos pero Tú nos sigues ofreciendo. Gracias por que donde no hubo capacidad, Tú inspiraste en nosotros una nueva humanidad.
Gracias sencillamente porque hijo tuyo nos podemos llamar, amados por ti sin merecerlo jamás, discípulos del maestro del que aprender más y más, testigos vivos en la Verdad.