Casi 80 años después de su estreno, vuelve el simpático elefante de orejas grandes. “Dumbo” (1941), que se convirtió en uno de los iconos de Disney, bien merecía un remake. Pero, ¿ha valido la pena?
Así de entrada, parece buena idea que haya sido el maestro de historias fantásticas y lúgubres, Tim Burton, el encargado de revivir al famoso paquidermo. No hace falta más que traer a la memoria algunas de sus obras como “Eduardo Manostijeras” (1990), “La Novia Cadáver” (2005) o “Alicia en el país de las maravillas” (2010) para imaginar el resultado en pantalla. Sin embargo, visto el filme, uno duda del acierto de haber contado con Burton en este caso.
El tiempo, la añoranza y la gran producción que fue el primer “Dumbo”, hacen que sea harto difícil superar lo ya conocido. Creo que todos tenemos en la retina ese sueño psicodélico, de colores imposibles, que tuvo Dumbo tras beber unos sorbitos de champagne. También su mirada enternecedora, solo comparable con la del gatito de “Shrek”. O la cara de sorpresa al descubrir que, de hecho, podía volar. Y superar todo esto era verdaderamente complicado. Más aún cuando viene a la mente el altísimo nivel de calidad y entretenimiento al que nos tiene acostumbrados Pixar, con cuyas cintas es inevitable la comparación. De modo que, pese a las buenas intenciones, esta versión de “Dumbo” vuela más bajo que alto.
Burton ha adaptado la historia a los tiempos modernos, añadiendo valores metidos con calzador, y varios personajes y tramas que ciertamente casan bien con la cinta original, pero que no sorprenden. Es una versión que puede gustar más bien al público infantil, porque muchos de los más pequeños quizá no conozcan la primigenia cinta. Pero seguramente dejará una sensación agridulce en jóvenes y adultos; en los primeros por no tratarse de una gran “peli” de aventuras, y en los segundos porque no hace justicia al clásico.
El guión de Ehren Kruger, con sus pequeñas innovaciones, no desentona. Las actuaciones de Colin Farrell y Michael Keaton, que hacen de padre y de malo malísimo, respectivamente, son correctas. Y el papel de Danny DeVito como maestro de ceremonias es resultón. En cuanto a la fotografía, es la que uno espera de Burton. Sin más. En resumen, diría que el “Dumbo” del siglo XXI no convence pero entretiene. Está bien para echar un buen rato en familia, entre unos pocos sollozos y sobresaltos. Pero no busques que, sentado en tu butaca, los brillos del gran cine te deslumbren.
Guillermo De Lara