Conocí a la Virgen del Rocío de pequeño, con 5 años. Antes de entrar al colegio mi padre nos llevó a ver pasar las carretas de Triana y le dije: “Padre…yo me voy con Ella” a lo que él respondió: “Tú te vas al cole, que tienes que estudiar”.
Un amor hacia la Virgen que ha marcado y marcará el resto de mi vida.
Celebramos con la Virgen la festividad de Pentecostés. Con quien mejor que con María y reunidos en torno a Ella como los primeros apóstoles, fortalecidos con su oración y expectantes ante la venida del Espirito Santo. Ahí es donde radica la fuerza de nuestra romería.
Todo comenzará con una misa de romeros donde el Bendito Simpecado que alberga la imagen de la Señora será llevado hasta la carreta, templo itinerante de María Santísima, que como un faro nos guiará hasta Ella.
Nos colgaremos nuestra medalla, el mayor tesoro del peregrino. Es la testigo de muchas vivencias, de rezos de ángelus, de rosarios a media tarde y de misas entre los pinos.
Es la que nos recuerda durante un año entero que estuvimos cerca Ella, el ancla de la Fe, del amor y la esperanza. Muchos las llevan desde pequeños, otros portaran la de su madre y en todas el corazón prendido. Y partimos dejando todo detrás solo por Ella.
La entrega que se da durante la romería, el esfuerzo de ir caminando por arenales, el agotamiento de una marcha constante…. Todo desaparece cuando caminas junto a Ella, cuando algún peregrino motivado por el momento arranca con alguna sevillana a la Señora, que son oraciones sencillas, piropos inspirados por algún alma sensible, cantos de alabanza al amor más puro, a la mujer que custodia las mejores virtudes.
Durante el camino todo será oración, y elevaremos plegarias por los que no han podido venir o por los que nos faltan. Al llegar a su ermita donde nos postraremos y se le dirán las vivas más encendidos: “¡¡¡¡Viva la Virgen del Rocío, Viva la Blanca Paloma, Viva la Reina de las Marismas, Viva el pastorcito Divino…. Y que Viva la Madre de Dios!!!!!. A partir de ahí todo es espera y se celebraran misas y rosarios por doquier hasta que llegue el momento de saltar la reja y la Divina Pastora vuelva a contemplar a su rebaño.
La devoción rociera ha conseguido traspasar todas las fronteras y hoy en día hay hermandades hasta en Brasil. ¿Qué locura será esta que nos lleva hasta María? Pues el Amor con mayúsculas hacia la Madre de Dios, la Madre de nuestro Señor, hacia la cual peregrinamos con la ilusión de postrarnos ante sus divinos ojos y los de su divino hijo. Y es que San Juan Pablo II nos lo dejo en herencia:
“¡¡¡¡Que todo el mundo sea rociero!!!!!”
Paco Baena