El sacerdote y escritor José Pedro Manglano mantiene que la acción de Dios en una persona “embellece e ilumina” su cuerpo y que su rostro puede “remitir a la transcendencia”. Algo así ocurre con Ana Azcárate, una joven universitaria a la que parece que nunca se le desdibuja la sonrisa.
Siendo nueva en la Universidad, acudió a Misa a la capilla del Rectorado. Allí conoció la existencia del SARUS: “Es de las mejores cosas que me han pasado”, confiesa, porque este grupo de jóvenes le está ayudando a profundizar en la fe, a comprender mejor las Sagradas Escrituras y a “encontrar a Dios en lo cotidiano”.
Mensaje para los jóvenes
Según esta ursaonense, actualmente “el Mensaje cristiano no es atractivo para los jóvenes porque el compromiso con los demás no se lleva”, por eso, anima a predicar con el ejemplo, “con la sonrisa y la bondad, siendo coherentes con nuestra vida, porque no se puede convencer a quien no quiere creer”.
De su vida de fe destaca el testimonio de su abuela paterna “su misericordia, su serenidad y confianza en Dios, especialmente ante la adversidad” y de su madre, “que me lo ha dado todo”.
También fue significativo el campo de trabajo en el que participó en 2016, “en el que me di cuenta de la importancia de estar con las personas que más lo necesitan” y, aunque sabe que “la misión empieza en casa”, le gustaría algún día ir a la India como misionera.
Dios también se encuentra desde la duda
Igualmente, señala el encuentro de Taizé, en el que ha participado este año, del que “aprendí que a Dios también se encuentra desde la duda y me aportó una gran paz que aun me ayuda en mi día a día”.
Con una mirada llena de dulzura, para terminar, Ana invita a los universitarios inquietos espiritualmente a conocer el SARUS, “donde encontrarán un grupo de jóvenes alegres, con iniciativas y ganas de hacer cosas, en el que reflexionarás y dialogaras sobre tus dudas; donde puedes ser tú mismo ante la vida y de la mano de Cristo”.