¿Por qué los sacerdotes llevan clergyman o sotana?
Antes de nada hay que decir que la sotana es una vestimenta típica de los sacerdotes católicos. Es una pieza de tela, por lo general negra, que llega hasta los pies, por la parte de las piernas es similar a una túnica, pero unida a la parte del torso, formando una pieza única. Tiene botones por la parte delantera, para que se pueda poner y quitar.
En la Iglesia Católica de rito latino la sotana es negra para sacerdotes, diáconos y, en ocasiones, seminaristas; mientras que para los obispos y algunos monseñores es morada; para los cardenales es roja y para el Papa blanca.
Para uso habitual, los obispos y cardenales usan sotana negra, conservando sólo algunas partes de ella (los botones, bordes y el fajín) del color que les corresponde.
En algunos países de clima más cálido la Conferencia Episcopal ha aprobado el uso de la sotana blanca tanto para obispos y cardenales como para sacerdotes.
El hábito eclesiástico es un signo de consagración para uno mismo, nos recuerda lo que somos, recuerda al mundo la existencia de Dios, hace bien a los creyentes que se alegran de ver ministros sagrados en la calle-
El sacerdote al mirarse en el espejo o en una foto, y verse revestido de un hábito eclesiástico piensa: tú eres de Dios. Bajo la sotana, el sacerdote viste como el común de los hombres. Pero revestido con su traje talar, su naturaleza humana queda cubierta por la consagración. El que viste su hábito eclesiástico es como si dijera: el lote de mi heredad es el Señor.
El color negro recuerda a todos que el que lo lleva ha muerto al mundo. Todas las vanidades del siglo han muerto para ese ser humano que ya sólo ha de vivir de Dios. El color blanco del alzacuellos simboliza la pureza del alma. Conociendo el simbolismo de estos dos colores es una cosa muy bella que todas las vestiduras del sacerdote, incluso las de debajo de la sotana, sean de esos dos colores: blanca camisa y alzacuellos, negro jersey, pantalones, calcetines y zapatos.
El hábito eclesiástico también es signo de pobreza que nos evita pensar en las modas del mundo. Es como si dijéramos al mundo: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. La vestimenta propia del sacerdote es la sotana. Pero el clériman o cleergyman también es un signo adecuado de consagración, manifestando esa separación entre lo profano y lo sagrado.
Fuente: Infovaticana