Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,14-21):
En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.»
Comentario
«Mirad a mi siervo»
Ahí está Jesús, curando a todos los que le presentan o se le ponen por delante, y les manda que no lo descubran. Jesús cura, sana, pero no busca la fama, el éxito ni protagonismo alguno. Jesús quiere pasar desapercibido, no quiere levantar polémicas, ni suscitar enemistades, no pretende ganarse adeptos a su causa.
Jesucristo pasa haciendo el bien, anunciando el Reino de Dios, curando y sanando, como signo de que el Reino está ya presente. Pero los fariseos planean su muerte, aquellos que no toleran otra forma de pensar o hacer las cosas diferente a como ellos las conciben. Aquellos que no son capaces de acoger porque se sienten superiores, mejores, perfectos, y desprecian a todos los demás. Aquellos que señalan con el dedo a unos y a otros, erigiéndose en jueces y «señores».
El evangelista recuerda un cántico del «Siervo de Dios», que pasa con mesura, calladamente, con suavidad, sin dañar, pero con firme voluntad de «implantar el derecho», de construir el Reino de Dios.
Ante tantas preocupaciones sociales y eclesiales, que inquietan nuestro corazón, tenemos que mirar siempre a Jesucristo, aprender su estilo, confiar en Él, que vocea ni pisotea, que no impone ni obliga, que pasa con suavidad, discretamente, humildemente, sanando y haciendo presente el Reino. Otros habrá que no acepten la paciencia ni la humildad de Dios, que no acepten la curación-sanación de todos, que pretenden que se imponga su manera de entender y juzgar, que lleguen a planear cómo quitarían de en medio al mismo Jesucristo, porque su forma de actuar no les convence.