A continuación ofrecemos una serie de meditaciones semanales tituladas “Cuaderno de vida y oración” a cargo del sacerdote diocesano Carlos Carrasco Schlatter, autor del libro “Las conversaciones que tenemos pendientes” y «30 día con Dios de vacaciones».
1) Llevar la vida a la oración
Cuando llega el verano, el calor y el final de un curso. Parece que la tarea está concluida, y que ahora toca el descanso. Hay una máxima en cualquier casa, y es que cuando se ha acabado la comida aún queda recoger la mesa y la cocina. Del mismo modo, cuando se ha acabado un curso aún queda recoger las cosas, volverlas a poner en su sitio y así tenerlo todo preparado para cuando comencemos el siguiente no tener tareas pendientes.
El verano no es un tiempo de vacaciones, no lo es porque para muchas personas no hay vacaciones en verano, somos un país que vive del turismo y por ello es temporada alta no, altísima. Pero además aunque muchos sí tengan algo de vacaciones el verano es tiempo también de retomar cuestiones que quedaron atrasadas. Nos veremos con amigos, con familia, con conocidos. Retomaremos viejos contactos y haremos algunos nuevos.
Fortaleceremos lazos, y por desgracia hasta podemos romper otros a fuerza del desgaste de un curso más. Si entendemos el descanso como no hacer nada, es probable, que entendamos los conflictos como mientras más lejos mejor. Pero una y otra cosa nos acaban alejando más de nuestro interior a fuerza de que por olvidar acabamos no sabiendo quienes somos, ni qué queremos. Plantearnos el verano como un tercer tiempo, es tan importante como aprovechar los dos primeros.
2) Encuentro con Dios
San Ignacio de Loyola afirmaba con toda la lógica que “en tiempo de lluvia no hacer mudanzas”, por desgracia los hombres cuando no podemos más es cuando decidimos cambiar las cosas. Seguramente si hubiéramos hecho algunos cambios previamente no haría falta un cambio drástico al final. Es como esos niños que si hubieran estudiado durante el curso un poco más, en verano no tendrían tantas cosas pendientes. Los adultos deberíamos mirarnos seriamente y descubrir que si hemos acabado tan cansados en momentos del año no es por la acumulación de tareas solo, sino por la falta de capacidad para gestionarlas y priorizarlas.
Para estar por encima de ellas, para descubrir que pueden agotarme físicamente, pero que el mejor descanso físico es en los brazos de las personas que quiero, y no convirtiéndonos en una pesada carga sobre todo para quienes más nos quieren.
Por ello el verano puede ser un tiempo más relajado en el que reafirmar propósitos de cambio, recoger fuerzas para pensar nuevas opciones a la hora de gestionar los momentos difíciles. Aceptar que en la vida hay momentos duros y que esto no significa que seamos desgraciados, sino que vivimos y por tanto nos arriesgamos a lo malo y a lo bueno. Pero que lo bueno no viene solo sino es porque lo buscamos y lo valoramos.
Muchas veces tenemos de lo bueno lo mejor durmiendo a nuestro lado, pero no lo vemos porque solo pensamos en nuestro cansancio, en nuestros miedos, en la fatiga que nos supone levantarnos tras cada caída. Dios está contigo, junto a ti, en ti, pero sobretodo “cuando dos o más se reúnen en mi nombre”. Por ello deja atrás las vergüenzas y hablad y rezad con Dios
por vosotros y por todos los que os rodean. Aprovecha este tiempo para que Él sea el protagonista principal y primero.
3) A la luz de la Palabra Salmo 41
“Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío”. Si Dios fuera nuestro auténtico alimento del que vivir, todas las cosas las veríamos de modo diferente.
“Tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?” No ansiamos los cristianos a un Dios alejado, celestial, sino al Dios que vive en nuestro corazón, que alimenta nuestro ser y colma de paz interior.
“Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: ¿Dónde está tu Dios?” Vertemos y veremos lágrimas por cuestiones que con el tiempo descubrimos eran de poca importancia real. En cambio, las cosas que verdaderamente son importantes pasan muchas veces sin lágrimas de amor sincero, contenidas por el dique de razones tibias, de verdades a medias.
“Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta”. Por desgracia dedicamos muchos pensamientos a recordar grandes momentos, y demasiado pocos a vivir el presente y construir recuerdos nuevos.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío”. Si tuviéramos la certeza, la fe, la confianza, la seguridad interior de saber que vamos por el camino correcto no estaríamos pendientes de los resultados como de intentar cada reto con todas las ganas. Nos falta madurez personal y espiritual para dar pasos seguros en el camino hacia el destino que ansiamos. Dios nos ha dado todo lo necesario para lograrlo, pero por desgracia la falta de fe, el miedo a amar y perder en el camino, o la vergüenza de sabernos desnudos interiormente. Cualquiera de estos elementos a veces nos entorpecen alcanzar el agua viva.
4) Llevar la oración a la vida
En la vida hemos de parar, a veces paradas cortas, otras largas. Pero no porque nos haga falta, sino porque les faltamos a otros y no lo vemos.
Una parada obligada donde el discernimiento es el centro, y las prisas quedan a un lado. Donde la agenda no manda, sino que manda el corazón. Donde la oración es lo que hacemos y no un mero instrumento para hacer cosas mejor.
Una parada sencilla, donde intentamos recordar el salón sin muebles, la casa sin cosas, el edificio sin paredes, la ciudad sin edificios, y la vida solo con los tuyos y los que Dios pone en tu camino.
Una parada en el camino para hacer una foto de lo que somos y hacemos. Una fotografía llena de luces y sombras, pero en la que hemos de poner color y amor para que al recordar esta parada todo tenga sentido.
Una parada de agua viva, de luz eterna, de amor sincero y paz interior. Una parada para buscar a quienes perdimos en el camino, y necesitamos en el corazón.
Paradas con bellas marquesinas que en el tiempo serán cúspides o cimas que nos posibilitaron llegar al mundo mejor, al “país de siempre verdad”, al lugar donde anida el amor.
Al leer este cuaderno, al mirarte por dentro, al buscar entre la maraña de recuerdos, al sentir a Dios que vive sintiendo, al vivir con el ansia de quien todo lo puedo, al amar sin ponerle peros, al ser Uno en el Dios verdadero.
Vive este tiempo, como reflejo de lo eterno.