El papa Francisco ha convocado para el día 29 de septiembre la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
El documento vinculado a esta celebración está lleno, como suele ocurrir con los textos de Francisco, de una sencilla lucidez que hace su lectura agradable y provechosa.
Él mismo explica el sentido del “No se trata sólo de migrantes” que le da título:
“No se trata sólo de migrantes” significa que al mostrar interés por ellos, nos interesamos también por nosotros, por todos; que cuidando de ellos, todos crecemos; que escuchándolos, también damos voz a esa parte de nosotros que quizás mantenemos escondida porque hoy no está bien vista.”
Es nuestra humanidad lo que está en juego. Hacer de la nuestra una humanidad compasiva que da espacio a la ternura, que no excluye a nadie y pone a los últimos en primer lugar. Y de construir así el Reino de Dios, que “está ya misteriosamente presente en nuestra tierra”.
“Globalización de la indiferencia”
Migrantes y refugiados no son sólo unas víctimas más de la “globalización de la indiferencia”. Son el icono de la exclusión que sufren los vulnerables. El trato que cada cultura da al extranjero, al peregrino, a todo el que está en fragilidad, determina su calidad humana, mide su desarrollo, con parámetros bien distintos de los del PIB: “El progreso de nuestros pueblos […] depende sobre todo de la capacidad de dejarse conmover por quien llama a la puerta”.
El Papa nos recuerda otra vez estos cuatro verbos que no deberíamos cansarnos de conjugar en presente con propósito firme, en futuro con esperanza: “acoger, proteger, promover e integrar”.
Lo mejor de nuestra sociedad se articula para responder a esta emergencia cotidiana. Las ONG que fletan barcos para salvar vidas cada día en nuestro Mediterráneo; los grupos que siembran de agua y mantas el desierto de Sonora entre México y Estados Unidos; las parroquias que se transforman cada atardecer en albergues de fortuna para quienes no tienen techo.
También a nivel internacional algo se mueve, algo se deja conmover.
¿Qué fue del Pacto Mundial para una Migración segura, ordenada y regular?
En diciembre de 2018, 156 países firmaron en Marraquech el Pacto Migratorio Mundial (PMM). Este Pacto trata de mantener el equilibrio entre las medidas protectoras de los migrantes y otras dirigidas a controlar la movilidad, respetando el derecho de los países a custodiar sus fronteras.
El Pacto se desarrolla en 23 objetivos basados en una aproximación al fenómeno migratorio global como oportunidad para el desarrollo y la perspectiva de respeto a los derechos humanos.
En América Latina son tres los países que se oponen al PMM: Brasil que se desmarcó de él con la llegada al poder de Bolsonaro; Chile y República Dominicana que se negaron a sumarse ya en el periodo de negociación. En América del Norte, Estados Unidos se aplica a blindar su frontera sur con la ayuda de México que hace de muro de contención de los inmigrantes de Centroamérica, asumiendo el papel que Marruecos y Turquía juegan en la frontera sur de Europa.
¿Y Europa?
Encontramos aquí el mayor número de países opuestos al PMM. A los países de Visegrado (Polonia, Hungría, R. Checa y Eslovaquia) hay que sumar Letonia, Lituania, Croacia, Estonia, Austria, Suiza, Italia, Bulgaria y Bélgica. Algunos han manifestado su desacuerdo desde la fase de negociación del pacto. Otros lo han rechazado bajo la presión de las corrientes conservadoras y populistas que se hacen fuertes en sus respectivos países.
Israel lo rechaza alegando razones de seguridad y Australia se desliza en un proceso que le lleva de ser un país abierto a la inmigración a posturas cada vez más restrictivas y selectivas.
Estos posicionamientos políticos frente a la migración son síntoma de una involución democrática que señala con miedo a la diversidad y cierra los ojos a la realidad global. Como dice el papa Francisco en el mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado: No se trata sólo de migrantes, se trata de nuestros miedos.
¿Y en Andalucía?
Andalucía es frontera sur de Europa. La proximidad de nuestras costas y las del norte de África parecen una invitación a pasar al otro lado con la esperanza de una vida mejor. Pero el Mediterráneo se revela como el más cruel de los muros.
Según el colectivo Caminando Fronteras, entre enero de 2018 y junio de 2019 se ahogaron al menos 1.020 personas en 70 naufragios mientras intentaban cruzar la frontera Sur desde Marruecos para entrar en España. De ellas, solo se ha recuperado el 25% de los cuerpos, mientras que del resto, 816 migrantes, no se ha vuelto a saber nada.
Y para los que sobreviven a la travesía el protocolo de acogida consiste en el ingreso en el CIE con vistas a la repatriación forzosa.
Los llamados MENA (Menores no acompañados) se benefician de la protección del Estado que actúa como su tutor. Pero esta protección caduca cuando cumplen 18 años, dejando en desamparo a estos jóvenes a una edad muy temprana, cuando aún no son capaces de una vida autónoma.
Estas realidades nos desafían como sociedad, como Iglesia. “A través de ellos, el Señor nos llama a una conversión, a liberarnos de los exclusivismos, de la indiferencia y de la cultura del descarte. A través de ellos, el Señor nos invita a re-apropiarnos de nuestra vida cristiana en su totalidad y a contribuir, cada uno según su propia vocación, a la construcción de un mundo que responda cada vez más al plan de Dios”.
Para reflexionar:
- ¿Qué circunstancias tendrían que darse en tu país para huir en las circunstancias en que lo hacen los migrantes que tratan de llegar a Europa? Trata de enumerarlas.
- ¿Qué frases escuchas sobre la migración en tu barrio, tu pueblo, tu ciudad, tu lugar de trabajo, tu círculo de amigos? ¿Qué es lo que tú mismo dices sobre los migrantes?
- ¿Qué personas, asociaciones, entidades conoces en tu entorno que declinan los verbos: acoger, proteger, promover e integrar para los migrantes?
(Todos los entrecomillados del artículo están extraídos del documento: Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2019
“No se trata sólo de migrantes”)