Inmaculada Marín es doctora y maestra. Casada y madre de diez hijos es colaboradora de la Pastoral Misionera
Como catequista, cerca de los jóvenes o impartiendo cursillos prematimoniales. Estos son algunos de los servicios que Inmaculada Marín ha prestado a la Iglesia durante su vida, aunque su principal apostolado desde hace casi dos décadas ha sido la coordinación de la pastoral misionera en la Parroquia Ntra. Sra. de la Estrella (Valencina de la Concepción). Inmaculada desarrolla esta tarea en base a dos grandes pilares: la recaudación de fondos para distintos proyectos misioneros y la sensibilización. “Tan importante es una cosa como la otra, porque todos los cristianos tenemos que entender que, por el hecho de estar bautizados, ya hemos sido enviados a evangelizar y, por tanto, todos podemos ser misioneros”, explica convencida.
Todos somos misioneros
Todo comenzó cuando un grupo de feligresas –entre ellas Inmaculada-, junto a la entonces delegada de Manos Unidas en la localidad y algunas profesoras de Religión, decidieron organizar una Marcha por el hambre en el pueblo, a favor de Manos Unidas. “A partir de ahí conocí la Jornada de la Infancia Misionera y me impliqué en la organización de la colecta del DOMUND y de Manos Unidas en mi parroquia.
Aunque nunca ha contado con un grupo cerrado de colaboradores, reconoce que año tras años siempre hay voluntarios para realizar todas las actividades que se le ocurren (que no son pocas): “Por ejemplo, solemos preparar una Misa especial para celebrar el DOMUND; este año concretamente ha participado un misionero que ofreció su testimonio”. También se invierte mucho tiempo en inculcar la conciencia misionera en los más pequeños a través de la revista ‘Gesto’ entre otros materiales. Y además se preparan numerosas iniciativas para recaudar fondos para las misiones como cenas solidarias, tómbolas, conciertos, teatros, carreras, mercadillos, etc.
Comunicar la buena noticia es misión de todos
Un no parar durante todo el año al que esta sevillana no podría hacer frente sin el apoyo de su marido. “Él es un hombre muy servicial, trabajador y un gran padre. Juntos hemos creado una familia que para nosotros es una bendición”, cuenta con gran admiración.
Pese a que nunca ha ido a tierras de misión, nadie duda de que Inmaculada es una misionera. Ella lo tiene claro: “Jesucristo es salvación, es alegría y luz, es misericordia. Para Él nadie está perdido, siempre nos perdona y nos quiere felices”. Este es el gran anuncio que los cristianos tenemos que hacer; comunicar esta Buena Noticia es misión de todos.