Alessandra Alberelli es estudiante de Sociología. Estuvo en Sevilla disfrutando una Beca Erasmus. Aquí ha dejado amigos y el testimonio alegre y vitalista de su fe.
El don de la fe
El rostro juvenil, alegre y servicial de la Iglesia cautivó a Alessandra Alberelli a sus 17 años. Actualmente, a los 21, sigue enamorada y agradecida con Dios por el «gran don que es la fe».
Esta joven nacida en Milán, estudiante de sociología, ha descubierto dentro de la Iglesia «una acogida súper grande y gratuita» que no se esperaba.
Fue en su parroquia «Santi Patroni d`Italia» donde discernió su futuro académico y pastoral, de la mano de su guía espiritual, un sacerdote franciscano a quien le agradece “infinitamente” el acompañamiento.
“Sentí como joven que encontré mi lugar dentro de la Iglesia, aprendí aspectos trascendentales que en ese preciso momento hablaban directamente a mi vida a nivel personal”.
Mediante una experiencia Erasmus llegó a Sevilla para terminar su último año de carrera universitaria en la Universidad Pablo Olavide y se “encontró providencialmente” con la Asociación Celestino Mutis y el Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla (SARUS). Al respecto comenta que “conocer a personas tan distintas que comparten la misma fe es increíble, empiezas a formar parte de un grupo de hermanos«. Y añade: «La acogida es un don precioso de Dios, sentirte en familia en un lugar distinto a tu país de origen supone una experiencia grandiosa para la vida de fe».
“Sentirte en familia en otro país supone una experiencia grandiosa para la fe”
Alessandra no se quedó solamente con la impresión tan favorable que le produjo la juventud católica de Sevilla, sino que procuró profundizar en el diálogo y en la formación bíblica a través de cursos y talleres que contribuyeron al fortalecimiento de sus convicciones: “Siento que cada situación de mi cotidianidad es el mismo Señor que me lo manda”.
En el momento que la entrevistamos, Alessandra tiene puesto su reloj en cuenta regresiva, porque está apunto de volver a Italia. De Sevilla se lleva un tapiz de experiencias espirituales que le llenan profundamente el alma. «He sentido el amor de Jesús en cada actividad que viví, en cada encuentro, en cada persona, ni siquiera he considerado el idioma una barrera”, concluye esbozando una amplia sonrisa de gratitud.